José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Los caminos olvidados de la Alcarria de Cuenca

23/03/2023

Hace algún tiempo, un alcarreño ilustre, de larga trayectoria en el quehacer de la escritura, Antonio Herrera Casado, hablando de un tema muy concreto, escribía, en comparación con el cariño que en otros lugares ponen por conocer lo que tienen al alcance de la mano y, sobre todo, por difundirlo: "Aquí, en la Alcarria, no. Aquí prácticamente nadie sabe nada de todo esto, nadie se ocupa de poner un cartel siquiera, nadie anima a nadie a que se estudie, se visite y se conceda una atención, siquiera mínima, a estos restos". Recurro a esta cita porque en un corto espacio de tiempo y hablando en círculos diferentes, en los que había personas de cierto nivel cultural y no simples patanes de los que descargan adrenalina en las cada vez más turbias redes sociales tuve ocasión de oír algunos comentarios que ponían de relieve un pasmoso desconocimiento de una realidad paisajística y monumental que yo, incauto inocente, daba por supuesto que formaba parte del catálogo de cuestiones que conoce de sobra cualquier persona que viva en esta provincia y, sobre todo, las que alardean de tener un profundo amor a su tierra. Pero sin embargo cuando se profundiza un poco queda al descubierto que ese presunto amor se reduce a los cuatro tópicos ya sabidos, que van del morteruelo a la Semana Santa, pasando por algunos elementos complementarios; cuando se sale de ahí, como ocurría en las conversaciones antes citadas, se produce un vacío casi total y eso afecta, de manera muy llamativa, a las tierras alcarreñas que, para mayor escarnio, merecen muy poca atención de los poderes públicos que tienen a su cargo la difusión y la publicidad. Y ciertamente, en esa comarca hay un considerable potencial de atracción cultural y turística, que solo está esperando la puesta en marcha de los mecanismos convenientes para ser conocidos, empezando por los propios naturales de esta provincia.

Uno de los elementos a mi entender más valiosos y desaprovechados es el reguero de iglesias románicas que forman un notable itinerario en la zona de El Campichuelo, entre Mariana y La Frontera que van señalando el trazado de la carretera a través de pueblos llenos de vida y encanto, invitando a detener la marcha y pasear por sus calles, siquiera unos minutos, para poder saborear todavía el atractivo de la vida rural que va desapareciendo a marchas forzadas y que aquí aún se conserva en buena medida. Casi todos ellos cuentan con una iglesia románica casi en estado de pureza estilística; construidas en la Edad Media, en el tramo inicial de la repoblación tras la conquista, y que por su precaria economía no tuvieron fuerzas suficientes para sustituirlas por otras construcciones más aparentes, cuando llegaron el gótico, el renacimiento o el barroco, con la excepción destacada de la de Sotos. Siempre me ha llamado la atención que un repertorio de tanto valor arquitectónico no haya sido debidamente ensalzado ni que sirva de pretexto para organizar una ruta en condiciones que pudiera ser ofrecida como atractivo singular a los viajeros que recalan en la capital provincial. El ejemplo de lo que sucede en la otra Castilla, la vinculada a León, donde venden el románico como una propuesta de excepcional importancia, no parece haber calado entre nosotros, donde la promoción turística sigue insistiendo, una y otra vez, en los mismos tópicos, como si no hubiera capacidad de renovación.

No son construcciones lujosas ni tienen los elementos destacados que podemos encontrar en tantos pueblos de la vieja Castilla, pero sí son singularmente atractivas, con sus bellísimos ábsides semicirculares, las arquivoltas de las portadas, los techos de madera. Con escasa decoración, eso sí. Las podemos encontrar en Mariana, Torrecilla, Villaseca, Pajares, en la ermita de Horcajada en Ribagorda, en La Frontera. Los entendidos conceden especial valor a la de Ribatajada, por su bellísima portada. A estos ejemplos, que aquí cito en forma apresurada, sintética, se puede añadir otro verdaderamente excepcional, aunque alejado de la ruta, la espectacular iglesia de Valdeolivas, precisamente una de las desconocidas por mis contertulios citados al principio y ello me da pie para sacar adelante este comentario.

Se trata de un sorprendente y original edificio, por muchos motivos singular, que ha podido llegar hasta nosotros sobreponiéndose a un sinfín de avatares, que en diversas épocas han procurado atentar contra su esencia, pese a lo cual lo que tenemos a la vista es ciertamente admirable. La construcción se inició nada más concluir la Reconquista en esta zona, a caballo entre el final del siglo XII y comienzos del XIII. Un detalle muy llamativo es la torre, sin duda la más airosa, esbelta y elegante de todas las que forman el repertorio provincial. Tenía cinco cuerpos, pero en unas obras modernas de restauración se eliminó uno, para dejarla en cuatro. También se modificó la posición original de la portada, pero lo verdaderamente llamativo de esta iglesia está en el interior, también muy reconstruido, en el que destacan sobremanera unas pinturas murales de carácter excepcional, ya que no existen otras de semejante naturaleza en el conjunto de la provincia. Se trata de un Pantocrator con el Tetramorfos y el Apostolado, que fueron pintados entre 1230 y 1325, esto, es, pueden ser clasificados como románico de transición. Este escenario monumental permaneció durante siglos oculto a la vista, ya que sobre él se implantó un retablo barroco, lo que explica que no aparezca citado en ningún repertorio viajero, ni siquiera en las dos ediciones de la Guía Larrañaga. La destrucción del retablo durante la guerra civil sirvió, paradójicamente, para el descubrimiento de las pinturas románicas, restauradas en 1973 por el Instituto Nacional de Restauración, en un intento de recuperar su prestancia original, que había sido gravemente dañada por la colocación sobre ellas del mencionado retablo.

Aquí lo dejo, que no hay espacio para más, aunque el tema si da para muchas otras aportaciones. Mi intención hoy, es solo ilustrar un poco a algunos ignorantes y llamar la atención sobre una escondida comarca que merece ser más conocida (y difundida) de lo que ha sido hasta ahora.