Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Inteligencia

07/04/2020

Cuanto más vivo, más dudas me asolan. Cuantas más vueltas doy a comportamientos que acontecen, mayores vacilaciones me atormentan. Algunas conclusiones a las que creía haber llegado de manera rotunda y decisiva hace tiempo, ya en plena madurez, pasados los años se rebelan en mi contra haciéndome dudar hasta de mi existencia. Y la mayoría no se centran sino en aspectos vinculados al comportamiento del ser vivo supuestamente más inteligente que habita la tierra. Hoy, ayer… en estos días atentan contra mi sueño diversos interrogantes. ¿El mentecato, nace o se hace? ¿Cabe incluso la posibilidad de que se puedan desarrollar y perfeccionar los niveles de necedad, ignorancia, estupidez, idiotez, atontamiento, carencia de mollera o cortedad de luces que exhiben algunos memos? ¿Es consciente el tonto con aspiraciones de grandeza de que los demás no ven en él sino a un bobo en constante estado de guardia, a un papanatas cuya capacidad de resolución no es sino proporcional a su nivel de ineptitud? ¿Es el majadero consciente de que muchos son los que, alejados del terror que algunos le tienen, o la admiración que solo otros de su misma calaña le profesan, no lo evitan por lo que es capaz de hacer sino porque solo el atrevimiento y la osadía que le caracterizan pueden convertirse en armas letales que acaben con integridades físicas, económicas o morales, aunque al menos no éticas? Es cierto que, al menos, alguna certeza tengo al respecto. Si hasta hace tiempo al palurdo, falto o carente de entendimiento o razonamiento se le confinaba en un rincón de su casa para que no hiciese daño ni se autolesionase, ahora se le hace creer por los que son como él que es más capaz que otros y se pone en sus manos una catana para que, alternándola con un bazuca, fulmine todo lo que está a su alcance… aunque él mismo sea uno de los perjudicados. Así nos va. ¿Cuestión de inteligencia?