Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


Culpabilidad

06/12/2019

Bueno ya está bien. En casa reciclamos, hasta donde podemos. Hemos cambiado de coche por uno menos contaminante. Vale, confieso que no todos los motivos era ecológicos, pero ya contaminamos menos en los traslados. Procuramos mantener la calefacción al mínimo, y les aseguro que se nota. Cerramos puertas, apagamos luces, cerramos grifos... Pero en esta semana he pasado dos veces por la Cumbre del Clima de Madrid, la famosa COP25, para informar de distintos eventos, y las dos he salido de allí con un sentimiento de culpabilidad que no estoy dispuesto a aguantar. No solo al menos. Les aseguro que sentí las miradas de desprecio cuando saqué mi botella de agua, de plástico, para hidratarme. A quién se le ocurre.
Coincido y defiendo que lo poco de todos hace mucho. Que siempre se puede hacer un poquito más. Pero los ciudadanos no tenemos toda la culpa ni del calentamiento global, ni de las emisiones de CO2, ni mucho menos de la compra de derechos de emisión de los países. No me extraña que los países que intentan desarrollar sus economías se enfaden porque les impongamos cuotas de emisión y restricciones de contaminación, cuando nosotros hemos andado ese camino sin ningún pudor ambiental.
¿Saben lo de los coches del medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno que acudieron a la inauguración al recinto ferial de Ifema? No se preocupen, se lo cuento. Moncloa nos informó de que todos los vehículos que iban a utilizar ese ejército de autoridades el lunes, para la inauguración, eran cero emisiones. Hasta ahí perfecto. Eran proporcionados sin coste «en régimen de patrocinio» y devueltos al concluir el servicio o cuando los mandatarios dejaran la cumbre. Lo que no nos dijeron es que en los traslados, esos mandatarios cruzaban Madrid a toda pastilla con esos coches ‘cero emisiones’ pero envueltos en una nube de vehículos oficiales y de seguridad de ‘muchas emisiones’.
Como el suyo o el mío vamos. Por descontado que a la contaminación de gases se unía la contaminación acústica y lumínica de las sirenas.