Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Con flores a Puigdemont

12/07/2021

Les ha faltado tiempo a los indultados catalanes para ir a rendir pleitesía al prófugo Puigdemont en su residencia de Waterloo (el llamado palacio de la República). En efecto, el pasado martes el líder de ERC, Oriol Junqueras visitaba al Parlamento Europeo de Estrasburgo, junto con la expresidenta del Parlament Carme Forcadell y los exconsellers Raúl Romeva, Dolors Bassa y Meritxell Serret. De allí el grupo se dirigió a la mansión de Puigdemont en las afueras de Bruselas, para hacerse la foto preceptiva, en la que se dieron codazos para salir con el expresident de la Generalitat y eurodiputado y su íntimo Comins. Una foto en apariencia idílica, si exceptuamos la cara de Junqueras, que difícilmente trataba de disimular el asco de hallarse junto al traidor pujolista que hace tres años y medio lo engañó como un chino.
Pero todo sea por la causa, y la causa bien vale una misa, aunque no sea cantada. La  causa, o sea, el odio, une más que el amor, y éstos no quieren que les ocurra lo que le ocurrió a la izquierda española en la guerra civil. Ellos lo tienen claro, primero su revolución –o sea la salida de España, aunque sea sometiendo a sus dicterios a la mitad de los catalanes– y luego los cismas. No hace falta ser un lince para ver que lo tienen todo perfectamente planeado: cada cual en su sitio y el diablo en el de todos.
Escribe a este respecto Sergio del Molino en su último libro Contra la España vacía: «Construir una comunidad como la española lleva varias generaciones. Deshacerla y degradarla hasta hacer miserable la vida de la mayoría sólo requiere de quince años y un millón de pesetas, que es lo que decía Julio Camba que necesitaba para construir un país nuevo. La aventura indepe ofrece muy poca ganancia por un riesgo de desastre muy alto. Tres años y medio después de los sucesos de 2017, aún no sé contra qué se rebelaron exactamente los líderes que declararon la independencia». En lo primero Del Molino tiene toda la razón; mas no en lo segundo. Para entenderlo, yo le recomendaría la lectura de ‘La cabra de Monsieur Seguin’, ese hermoso cuento de Alphonse Daudet, que, en pequeñas dosis y mezclado con mala leche, administran a los estudiantes catalanes desde la guardería a la Universidad. El mito de la libertad supremacista mezclado con odio, no a lo que no es como ellos en general, sino al concepto España y lo español; ambas cosas les producen fobia.
Y hete aquí que, por azares del destino, han encontrado a un presidente dócil, comprensivo, convencido de que dialogando y dialogando se saldrán con la suya: la hoja de ruta está ahí. Saben perfectamente que disponen de dos años para lograr su objetivo final; dos años, porque les consta, y así lo proclaman las encuestas, que Sánchez se ha hecho el harakiri y sólo un milagro podría mantenerlo en el poder. De momento se marcan dos objetivos, para no chocar frontalmente con la Constitución (de algo ha de servir haber pasado dos milis en la cárcel): Europa y el dinero, que para un catalán no es moco de pavo. Una palabra, exigir, exigir y exigir, por ejemplo, beneficios fiscales a las seis mil y pico empresas que salieron de Cataluña al verlos venir; o sea pasteles para hacerles volver. Exigir, euros contantes y sonantes para retomar con el amigo Romeva las famosas ‘embajadas’. Dinero, insisto, y prebendas, para evitar embargos y cosas así. La pasta, todo por la pasta.
Y luego, a la vuelta del verano, la mesa de ‘diálogo’, y de nuevo la murga, tergiversando palabras, conceptos y lo que haya que hacer para ese referéndum, consulta, plebiscito, sufragio, lo que sea, eso sí, vinculante, que para eso tenemos al lince de Iceta (el tonto útil). Y cuidado con las dilaciones a las que tan dados son los socialistas; plazos, plazos fijos que hay que cumplir. En dos años bien administrados se pueden obrar maravillas. Lo más que puede ocurrir, transcurridos estos dos años, es que la izquierda española nos tilde de ingratos por habernos aprovechado de un hombre de fe, de un iluminado. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, Cataluña y nosotros somos así, señora. Todo por la causa. Lo que no espera amigos; peor que el Covid.