Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Si no aceptas una broma, vete del pueblo

29/12/2022

La verdad es que la Navidad (o las fiestas navideñas que los más cool dicen) tienen de todo como en botica. Enredados en cada día nos encontramos los más diversos sentimientos. Sencillez, amistad, nostalgia, tristeza, amor y alegría, mucha alegría. Una vez rebasada la Noche Buena, cita proclive al recuerdo, nos empeñamos en enfundar todo de felicidad, a veces fingida, dejando a un lado lo malo y aceptando con los brazos abiertos lo bueno, por poco que sea. De hecho, en la proximidad de fin de año, momento también de valorar cómo nos fue el que se acaba y de fijarnos propósitos para el que llega (ya sabéis, aquello tan manido del gimnasio, inglés, dieta, viajar más...) festejamos la realidad de los Santos Inocentes en recuerdo de la herodiana matanza. Y lo hacemos gastando bromas cuya pesadez se establece también en función de la capacidad de aguante del ciudadano objeto de las mismas. Pero, sobre todo, fijamos los ojos en los medios de comunicación para intentar adivinar cuál ha sido la noticia que nos han querido colar como cierta siendo más falsa que una copia de mercadillo. Y a eso jugamos ayer, a descubrir la broma en los diversos medios de comunicación y en las redes sociales.
Habitualmente es este un género disparatado como el año en el que se anunció que nuestra Torre de Mangana se iba a torcer como la torre de Pisa, pero no exento de cierta ironía, de bastante retranca, que pone de manifiesto en muchos casos la necesidad que tenemos de cultivar el género de lo absurdo o, por otro lado, llevar al límite de lo increíble recursos y proyectos destinados a mejorar nuestra capital o nuestra provincia. 
Claro que, si lo pensamos bien, nos daríamos cuenta de que quizá, y solo quizá, estemos viviendo en una suerte de inocentada continua y ahora, próximo este 2022 a abandonarnos de una vez, es tiempo propicio para el resumen de lo sucedido. Hace diez meses un munícipe de talla mundial debió pasar una mala noche, para remediarlo no se le ocurrió nada más apropiado que mandar un puñado de "mandaos" al país vecino con el fin de ayudar a quien él creía que tenía que salvar. La inocentada, de calibre estratosférica, sumió al viejo continente en una crisis energética, humanitaria, económica...y digo yo ¿no habría sido preferible que se hubiese conformado con poner el tradicional muñequito de inocente en la espalda del munícipe vecino? Seguramente todos viviríamos más felices. Vamos, que esto de broma no tuvo nada.
Hay otros a los que esto de las inocentadas se les va de las manos. Uno (o varios) de nuestros vecinos se empeñan en "adecentar" muros y cristales del centro de la ciudad realizando todo un ejercicio de generosidad y escalada con el fin de que éste se muestre más hermoso, dejando su impronta en forma de graffiti, firma o pintada. No tengo yo la formación necesaria para enjuiciar la calidad de lo pintado pero como broma ya es suficiente. En fin, espero que no tengamos que seguir asumiendo aquella frase del genial Gila.