Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Diario del año del desastre (V) Huis Clos

19/04/2020

Vamos hacia los cuarenta días de confinamiento (la cuarentena a la antigua). También Jesucristo pasó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto soportando tentaciones y curtiéndose como dios y como hombre. El problema es que nosotros seguimos sin ver la salida del túnel. Lo único que nos tememos es que esta noche, en el momento mismo en que escribo estas líneas, otros quinientos compatriotas –¡ojalá me equivoque!– sigan rindiendo tributo a esta nueva sanguijuela que es el coronavirus. Es terrible despertarse cada mañana y enterarse de que la terrible cifra de muertos aumenta a un ritmo incesante, por no hablar de los tres, cuatro o cinco mil nuevos infectados, ¿cómo es posible, nos preguntamos?
El desastre –el sanitario– sigue, pese al heroico comportamiento de los que a diario se baten el cobre con él, pagándolo con su vida o con el contagio. ¡Qué ejemplo de profesionalidad están dando al mundo! Sus aplausos a los que logran salvar la vida es conmovedor y difícilmente lo vamos a olvidar. ¡Qué temple! ¡Qué fortaleza! ¡Qué sentido del deber! Porque ellos más que nadie sabían lo que nos venía encima y los escasos medios con que se contaba, en un país donde lo esencial siempre falta porque lo esencial para quienes gobiernan son los dispendios. Imagino que cuando esto acabe, hablarán y temblarán los bigotes de algunos políticos (ir)responsables. Pero, de momento, hacen lo que tienen que hacer, siguiendo su juramento hipocrático.
Ellos mismos reconocen que han tenido que trabajar no sólo a pelo, sino también ignorando el alcance de este nuevo enemigo de la Humanidad. Por fortuna ya se van sabiendo cosas y lo que se sabe preocupa tanto más cuanto que ahora nos damos cuenta de que, en gran medida, despreciamos su capacidad dañina. Ignorancia atribuible en gran parte a nuestra soberbia intelectual ante lo pequeño, pero también a la negligencia de determinados administradores que, a la hora de la verdad, no saben, no contestan porque ellos y ellas van a lo suyo.
La irresponsabilidad de determinados responsables de la Sanidad en España ha rozado lo delictivo, por falta de previsión –que de cada cuatro profesionales sanitarios, uno se haya contagiado, es de juzgado de guardia–, pero, si grave es, que lo es, este desmadre y este caos, qué decir de lo ocurrido en las ‘excelsas’ residencias a las que llevamos a nuestros padres y abuelos para que los atendieran como personas.
El escándalo no tiene precedentes: lo que vamos sabiendo nos aterroriza y nos da mucho que pensar. Que de los veinte mil fallecimientos por la pandemia, entre doce y trece mil – que sepamos– se hayan producidos en estas cámaras del horror (y lo digo con todas sus consecuencias y pidiendo perdón de antemano a quienes han obrado con rigor y humanidad), es uno de los ejemplos más vergonzosos de nuestra historia reciente que esperamos y deseamos, ya no sólo que no se vuelvan a producir, sino que, lógicamente, los responsables paguen caro su delito. Al parecer, la fiscalía ya ha empezado a actuar. Y si lo que ha salido a la luz aterra, lo que nos espera será sin duda para echarse a temblar. ¡Cuánta incompetencia! ¡Cuánta crueldad contra unos seres entrañables que vivieron la guerra, la posguerra, que sacaron a este país de la miseria y el subdesarrollo, que hicieron la democracia, para acabar muriendo solos y abandonados como los prisioneros de Jaffra!
Y lo lamentable es que, a diferencia de lo que vemos en Italia, por aquí nadie se aviene a pedir excusas por sus vergonzosas negligencias. Y al final, mucho m temo que la culpa se la echen al chico de los recados. Ya se sabe aquel viejo dicho de ‘España es diferente’. Estamos viviendo la Historia y la Historia no perdona por más que algunos la intenten edulcorar. Veremos y seguiremos…