José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Un curioso fenómeno cinematográfico

05/10/2022

Estoy convencido de que, en algún sitio, de esos en los que se investigan y analizan los comportamientos humanos, alguien caerá en la cuenta de que la ciudad de Cuenca puede ser un buen campo de ensayo para estudiar por qué aquí hay un foco de interés cinematográfico que contradice lo que viene sucediendo en el resto del país (y no digo del mundo, porque mis conocimientos no llegan a tanto). Es sabido, y de vez en cuando se publican informes o artículos sobre el tema, que el número de personas que asiste a las salas cinematográficas está cayendo en picado, en todas partes y también aquí. Mi última experiencia en ese sentido ha sido demoledora: en el cine estábamos dos personas, mi mujer y yo. Era un viernes por la tarde, en el horario que prefiere la mayoría y la película en cuestión era comercialmente muy atractiva. La proyección se hizo solo para nosotros. Nunca había conocido yo en persona una circunstancia semejante y debo decir que la sensación, esa soledad apabullante, no resultó agradable.

Al lado de esa realidad que en todas partes se da como cierta y que, además, insinúan algunos, va a resultar irreversible, en Cuenca se está produciendo, desde hace ya bastantes años, el fenómeno inverso en un sector cinematográfico muy concreto, el que cubre el Cineclub Chaplin, que viene registrando, una temporada tras otra, un sensible incremento de socios, en cantidad tal que desborda todas las previsiones y que alcanza, en el inicio de un nuevo ciclo, una cifra no solo muy superior a la del año pasado, sino que incluso podríamos calificar de desconcertante y eso es, justamente, a lo que me refería al inicio de este artículo, cuando aludía a la curiosa peculiaridad que ofrece Cuenca en este terreno y que muy bien nos podría hacer servir como de conejillos de indias para estudiar por qué aquí se está produciendo ese fenómeno social. Quizá en el fondo lo que puede ocurrir (y es solo una hipótesis entre otras varias) es que el desapego de los aficionados hacia el cine en general se produce por la ínfima calidad ofrecida en lo que se viene llamando programación comercial, en la que raramente se puede encontrar un título atractivo mientras que la oferta del Cineclub va por otros caminos, el que marcan la calidad, la originalidad, el compromiso y, en definitiva, la obra bien hecha, procedente de países que no son Hollywood y su mercancía infumable, y eso, sospecho o supongo, es lo que busca ese considerable número de aficionados que ha elegido el camino de esta sesión semanal que ayer comenzó con su temporada número 52, lo que da fe de una permanencia y continuidad ciertamente insólitas.

De manera que un cineclub, en sí mismo una actividad minoritaria, de uso restringido y por lo general volátil, como tantas otras asociaciones culturales, en el caso de Cuenca alcanza unas características completamente diferentes, insólitas y eso le da carácter de fenómeno social, digno de ser estudiado. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con lo que el cine ha significado a lo largo de la historia de esta ciudad. Está ya muy lejos el día en que un sujeto llamado Laureano Infante implantó un barracón de cine en el Campo de San Francisco, durante las fiestas de San Julián del año 1898 y ese es el dato más antiguo que he conseguido encontrar sobre este tema. Por cierto, que el debut conquense del cinematógrafo estuvo acompañado de algún incidente porque la escasa potencia eléctrica instalada todavía en Cuenca en esa época no era suficiente para abastecer simultáneamente al barracón y al Paseo de San Fernando, que esos días estrenaba iluminación, de manera que los apagones en uno y otro sitio eran tan frecuentes que hubo que establecer un uso alternativo de la electricidad.

El 16 de febrero de 1901 se pusieron en marcha unas proyecciones en un barracón situado en la calle de la Misericordia, frente al cuartel de la Guardia Civil, a cargo del denominado Cinematógrafo Lumière, impulsado por un dinámico sujeto, Antonio de la Rosa, cuyo nombre aparece en Cuenca durante esos años implicado en diversas iniciativas empresariales. La entrada costaba 25 céntimos (de peseta, claro, no de euro) y 50 con derecho a silla. Eran los días de Carnaval y el cine se incorporó al programa festivo. El éxito de la oferta fue tan grande que el empresario organizó una función especial con fines benéficos. En esos días se proyectaron títulos como La Bella Galatea, La Nochebuena de los niños, Gran corrida de toros, La Cenicienta, La guerra del Transvaal, El entierro de la Reina Victoria y seguramente otros muchos de los que no hay constancia. El Cinematógrafo Lumière estuvo en Cuenca hasta el 20 de abril, fecha en que se levantó la instalación para llevarla a Tarancón.

El primer cine "formal", con carácter permanente y sesiones continuadas, abrió sus puertas en Cuenca en el año 1904. Lo impulsó Alfredo Carretero Gómez, abogado, con residencia en la Ventilla. El arquitecto municipal, Luis López de Arce, recibió el encargo de delimitar en Carretería el espacio necesario, fijando el existente "entre las puertas del corral de don Constantino Lledó y la del almacén de Obras Públicas", dejando un metro a cada lado de ambas, mientras que por lo que se refiere al fondo, podía ocupar todo el espacio disponible en el solar, respetando una acera de tres metros y cuarenta centímetros. A pesar de los cambios introducidos en el plano urbano durante este siglo y pico podemos situar ese primer cine aproximadamente en el mismo lugar en que luego estuvieron el España y el café Colón, finca perteneciente a la familia Lledó. Terminada la instalación, el cine entró en funcionamiento el 14 de febrero. Luego vinieron el Ideal Artístico, el Principal, el Cervantes, el Royal, el Xúcar, el Alegría, el Avenida, el Garcés, el Palmeras… Desde entonces, y con oscilaciones, las últimas aún en las mentes de todos, el cine ha llegado hasta aquí, con dos salas múltiples, de las que una permanece cerrada hace meses y sin perspectivas de que pueda volver a abrirse en un futuro inmediato, mientras el Cineclub se llena. Curioso, muy curioso.