Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Un bretoncillo valiente

28/09/2019

Era un bretoncillo valiente, cariñoso y leal. El miércoles se durmió para siempre y en mis brazos. No le fallé, no me hubiera perdonado jamás el haberlo hecho en ese trance a mi buen Mowgli. Un día de estos llevaré algo tuyo bajo la sabina para que repose junto a donde, ya hace ahora diez años, en septiembre también, reposa tu «abuelo» Lord. Antes solías subir conmigo a estar allí un rato, ahora subiré yo solo a veros a los dos.
Desde chachorro,  y hasta ahora ya  pasados los 13 años, Mowgli fue siempre  un bretoncillo cariñoso y valiente, conformado y sufrido, alegre y «echaó pa alante» sin importarle talla ni raza ni que los «enemigos» fueran tres. Lo demostró muy pequeño, junto al buen Lord, ya viejo, enfrentando los dos a un arriscado trío de perros de pastor allá por los altos de Nublares. Y lo confirmó luego, ya mozo, defendiendo al abuelo, que ya no se podía valer, del ataque de un perro abusón. No se dejó intimidar jamás. El Mowgli fue  un perrete valiente y cazador, con buenos vientos, obediente y cercano, aunque en cobrar no llegó nunca a acercase al portento que era Lord. 
Ha pasado ya los 13 años y sufrió  sus achaques también, con perdida de dentadura incluida, aunque con un colmillo solo aún se hacía con los conejos. Como los de su raza gustó mucho de la caricia y respondió a ella  con devoción. Ahora el percance de salud ha sido duro, pareció por algún tiempo incluso, que perseverante siempre, lograría reponerse y en ello estuvimos, aguantado  él, queriendo animarme yo, hasta que ya no pudo ser, hasta que fue definitivo, hasta que hube de resignarme a su final y acompañarle también en el.
 Pero aún en estos días el perrillo me ha hecho aprender una lección de vida. No ha sido otra que disfrutar juntos el tiempo y las fuerzas que le quedaban. La recordaba de cuando sucedió lo mismo con Lord. Los tiempos de nuestros perros, de los primeros compañeros y aliados de la humanidad, el vínculo es único y nada tiene que ver con el de ningún otro animal, son aún más efímeros que los nuestros, que no son mucho más largos en realidad. 
Hasta el último momento he gozado el tiempo que la tierra me ha dado con el. Me he alegrado más que nunca de sus leves alegrías, hasta de algún gruñido y de oírle ladrar cuando se sentía mejor, de estar ahí cuando me buscaba y de los paseos despacio que aún quería dar. Me queda el haber entendido que lo importante ha sido el tiempo convivido donde ambos hemos hecho algo muy sencillo, intentarle hacer la  vida mejor al otro, y que entre humanos nos resulta tan difícil conseguir. Me queda eso, el sentimiento de no haberle fallado descontando siempre que sabía que el jamás tampoco a mí. Mitigará la tristeza y servirá luego para recordar haciendo brotar la sonrisa cuando vaya pasando el dolor. Y concluir en lo aprendido en estos últimos días con Mowgli y que no es otra cosa de una lección sobre el sentido de nuestra propia vida y de cómo afrontarla con uno mismo y con los demás. Al menos con los que se pueda intentar.