Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Las cuarenta a cicatrices

24/03/2023

Incipientes bolsas en los ojos, alguna cana y rodillas que a veces suenan, y ya tengo casi 40. Nada mal. Si con casi 80 los achaques son sólo el doble me daré por satisfecho. Aunque claro, soy un humano. Si fuera un barrio las costuras se me verían de otra forma. En las baldosas, en las farolas, en los grafitis.

La Fuente del Oro, o 'fuenteloro' como siempre se llamó en el hogar de San Damián, ha cumplido 40. Hace cuatro décadas eran 'Las Malvinas' por lo lejano y aislado y ahora es un barrio rodeado de chalés y urbanizaciones de ladrillo nuevo.

Con el Júcar y el Moscas en una frontera y la vía del tren en la opuesta, el vecindario tricolor, nacido en cooperativa en los 80, no crece pero envejece. Sus calles se recitan de memoria y en asonante. San Cosme, San Damián, Paseo del Pinar, Avenida San Julián, Alameda del Júcar y Ronda del Manantial.

Las baldosas amarillas te llevaban a Oz como las rosas te alfombran un paseo por la Fuente del Oro. Barrio que bebió el nombre de una fuente que ya no existe y que ocupó en su día una plaza paradigmática que define a un barrio vaciado.

El kiosko de Rafa nunca volvió a abrir, la carnicería de Jesús es un garaje, las puertas de la antigua academia de inglés están selladas, la llave que cerró la mercería el siglo pasado se ha perdido, la peluquería corrió la misma suerte y lo que fueron dos bares nunca llegaron a cobrar en euros. Siete locales, todos cerrados.

La farmacia, la droguería y su droguero con bigote y bata azul de droguero, su vecina la pescadera y los eternos ultramarinos, 'Conchi y Mari' y 'Fulgencio', –que a modo de Madrid y Barça, o eres de uno o eres de otro–, son los únicos negocios que perduran desde su inicio. El resto se diluyeron. Sus carnicerías, sus peluquerías, el kiosko de 'La Jefa', el bar de Abilio...

Y un colegio como estandarte, de donde han salido comandantes de aerolínea, genios informáticos, jefes de obra de grandes constructoras, ingenieras navales, líderes de proyecto de grandes energéticas, profesores, empresarios, campeones de natación o arqueólogos que sacan brillo a la imagen de marca de Cuenca.

Un barrio con una cara que da a la calle y que mantiene la cruz a la espalda. Espacios baldíos entre San Julián y San Damián, o detrás de San Cosme, sin tránsito y con más gatos en colonias haciendo suya la maleza que ventanas desde las que echarles de comer.

Ojalá antes de que a las bolsas de mis ojos las custodien cataratas, las canas conquisten mi cabeza, mis rodillas no se doblen y yo sume casi 80, alguien sepa tocar la tecla para revertir el deterioro de un barrio que se hace viejo, y que, como yo, casi casi, le ha dado la vuelta al jamón.