José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Molinos que Don Quijote no pudo conocer

10/11/2022

Si Don Quijote tuviera la oportunidad de volver a caminar por los senderos que cruzan nuestro territorio, seguramente encontraría pocas oportunidades de tener un serio enfrentamiento con una legión de molinos, con el riesgo de enredarse en las aspas de uno de ellos y salir malparado del encuentro, porque ya quedan en pie pocos de esos artificios y ninguno que se encuentre en activo movimiento, pero sí tendría ocasión variada de arremeter contra otros elementos muy similares y también, como aquellos de la ficción cervantina, girando incansablemente al compás de los vientos y no para moler trigo sino para generar energía eléctrica. De esa forma, y en alas de la imaginación, podemos revivir mentalmente esta singular experiencia en la que un solitario caballero (bueno, acompañado de su fiel escudero) va trotando por los campos de lo que hoy llamamos Castilla-La Mancha para enderezar entuertos y desgranar un inacabable lamento de amor.

El paisaje que Cervantes describe tan minuciosamente tiene poco que ver con el que hoy está al alcance de nuestra vista. Apenas si queda en pie alguna venta y aquellos rebaños de ovejas tan numerosos como ejércitos han quedado reducidos a dimensiones no diré que minúsculas pero, desde luego, muy reducidas y los mismos senderos aptos para caballerías se han transformado en carreteras y autovías e incluso, en algunos lugares, mantienen activo un curioso artefacto llamado ferrocarril, alevosamente eliminado en una desdichada provincia, que no merecía tan mal trato. En lugar de lo que había y ya no se puede encontrar, empezaron a surgir postes para el tendido telegráfico y luego enormes torres para el tendido eléctrico y más recientemente altísimas antenas para la comunicación telefónica y ya en la modernidad numerosísimos huertos solares en las afueras de los pueblos y finalmente, como cosa en verdad maravillosa, esa floración de mudos aerogeneradores que buscan aprovechar una energía natural que dicen es limpia y debe ir sustituyendo progresivamente a otras que no lo son.

La conclusión, y a ello voy, es que este tipo de instalaciones están produciendo un cambio sustancial en las circunstancias del paisaje natural en el que están inmersos pueblos y ciudades. He arrancado este texto aludiendo a la figura y los tiempos del Quijote, pero no hace falta retroceder tanto, basta con hacerlo solo una generación, la que formaron nuestros padres y abuelos, que no llegaron a tiempo de ver lo que está sucediendo y quizá, como mucho, apenas si pudieron recibir los primeros impactos de la revolución tecnológica. También ellos quedarían hoy maravillados si pudieran ver la multiplicación de elementos mecánicos implantados en campos y montes, rivalizando con la vegetación natural, los árboles, en pacífica convivencia con los aerogeneradores, las antenas o las placas solares.

Es curioso observar que tales cosas parecen surgir de la noche a la mañana, como si un ejército en sombras moviera las invisibles máquinas que sin duda trabajan para implantar tan poderosos elementos. Lo pienso cada vez que paso por la carretera entre Campillo de Altobuey y Puebla del Salvador, donde está tomando forma uno de esos poderosos conjuntos eólicos. Las cifras que se refieren a este mundo complejísimo, solo apto para especialistas, son de esas que marean, al ofrecer magnitudes cuya comprensión escapan al común entendimiento de alguien que no es experto, aunque sienta curiosidad permanente por lo que sucede en el mundo cambiante que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, me maravilla cómo se pueden transportar y montar sobre el terreno los aerogeneradores, esos espectaculares molinos de viento de altura inconmensurable; a veces, pero en muy raras ocasiones, he coincidido en la carretera con uno de esos enormes vehículos articulados moviendo un aerogenerador, pero lo cierto es que raramente se coincide con ellos porque, me comentan, los viajes se organizan de modo adecuado para no interferir en el tráfico normal de una carretera, de modo que verlos montados es como si se hubiera producido una maniobra mágica para colocarlos en su sitio, rotores incluidos y dejarlos listos para empezar a mover sus aspas al compás del aire.

Este de Campillo de Altobuey comenzó a construirse en el pasado mes de diciembre, estructurado en tres frases, para producir una potencia de 75 Mw en la primera y 87,5 en las dos siguientes, lo que dará un total de 250 Mw cuando se encuentre en plena actividad, mediante la producción de un total de 32 aerogeneradores que, al parecer, van a ser una importante fuente de riqueza y de trabajo para esta zona de la Manchuela, lo cual siempre es de agradecer. Pero dejo estas cuestiones a los colegas que se encargan de la información y de manejar datos.

En este día en que el gobierno, después de cuatro años de deshojar la margarita, da por cancelado el ATC de Villar de Cañas (naturalmente, nadie es responsable del despilfarro en millones de euros invertidos) puede servirnos de consuelo, al menos ambiental y visual, esta mirada a los esbeltos aerogeneradores que van poblando los paisajes de Cuenca, sin contaminar.