Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Los resentidos

28/06/2020

Son sin duda los más peligrosos. Stendhal los subraya en sus novelas (¡ojo: habla un resentido!), poniendo en guardia al lector. Por desgracia, en la actualidad los intelectuales como Stendhal no abundan, de ahí que los resentidos pululen como hongos y casi como coronavirus. 
Así, cada vez que personajes como Pablo Iglesias o su bis Pablo Echenique, hablan, sube el pan, crece VOX, y la gente de buena voluntad se pone en guardia. No cabe duda de que con estos dos singulares personajes y con el que dirige la orquesta en la sombra, Monedero, que dicen que es de Vianos (el pueblo de las brujas), llegó el escándalo a la política española. Son los Tres Mosqueteros del resentimiento, y, como tales, siembran que te siembran, porque la España resentida, están convencidos, los aupará al Poder Absoluto. De momento han «agarrado» una Vicepresidencia de Gobierno, que no es paja, y tengan por seguro que de ella no se van a apear por las buenas ni por las malas (y que conste que hablo en plural, porque Iglesias, como Dios es uno y trino,  pero con diferencias sustanciales, claro está).
Pese a ese tono lánguido de lobo vestido con piel de cordero que últimamente ha adoptado, y que nos recuerda a los viejos confesores paternalistas, basta tener dos dedos de frente para ver de qué van: lo del Rey emérito les ha venido de perlas, porque a ellos, en el fondo, les importa un bledo su «borbonismo»; lo que pretenden a toda costa es «cargarse, así como suena, la Monarquía», por más que en el fondo les encantaría reencarnarse en ella, por aquello de que a nadie le amarga un dulce. Algo parecido les ocurre con Felipe González (para ellos, desecho de tienta) porque saben que es un enemigo peligroso, con mucho terreno andado y al que los españoles de buena voluntad adoran porque fue él y sólo él quien metió a España en la Edad Contemporánea, y, de no haber sido por su error con los GAL, aún estaría gobernando. 
Pero el colmo del sujeto es su inquina con la senectud: si pudiera, a los 75 nos borraba de la faz de la tierra. Su falta de respeto para con sus mayores, a los que le encantaría mandar a Castelgandolfo, como Ratzinger, a la «mierda» o adonde fuera (imagino que incluye a su padre), nos hace suponer que no le habrán venido muy mal los veinte mil ancianos muertos por el coronavirus en las residencias de mayores (uno de los delitos más graves de la posguerra y que traerá lógicamente cola); muertos que han supuesto un gran ahorro para la Seguridad Social, con el que aumentar el clientelismo de desclasados y resentidos al que aspira.
Hay cosas esenciales en política que son la mesura, la sensatez, la moderación, pero este caballero, llegado por esos curiosos azares del destino a tan elevada instancia en el organigrama de la nación, no profesa ni de una cosa, ni de la otra ni de la tercera. Yo francamente no sé si el señor Pedro Sánchez podrá dormir, o no,  a pierna suelta por las noches teniendo a la Santísima Trinidad bajo su cama, pero, lo que sí puedo asegurar es que son muchos los ciudadanos de buena voluntad los que hace tiempo que perdieron el sueño como Macbeth; y que conste que no me refiero a aquellos que ganan más de no sé cuántos miles de euros al año o los que tienen no sé cuántas mansiones y locales comerciales o bienes raíces, o sea, aquellos que le detestan por considerarlo una amenaza para sus bolsillos; no, me refiero a los que les preocupa la imagen miserable que estos «caballeros» ofrecen de nuestro país en el mundo, y el perjuicio que le están ocasionando. Conozco a más de diez y más de veinte personas cabales de mi entorno que, sin duda de forma equivocada y arrastrados por ese primer impulso que conviene reprimir, andan coqueteando con Vox, sin darse cuenta que eso es como pasar de Guatemala a Guatepeor, pero es lo que hay. De todos modos, también somos muchos los que pensamos que por la boca muere el pez, y el señor Iglesias de boca anda sobrado.