Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Ione Belarra o el último suspiro

16/06/2021

Ione Belarra es ya una nueva lideresa de la política española, e irrumpe en la escena con ese aire rotundo de  idealismo setentero. Uno al escucharla siente unas ganas irrefrenables de desempolvar todos los vinilos de Paco Ibáñez, José Antonio  Labordeta y Raimon, colocarlos  todos Al Vent  y poner rumbo a toda vela hacia  el país que nunca hemos llegado a tener, aunque, en su lugar, hayamos disfrutado del mayor periodo de estabilidad  y prosperidad en libertad de todos los que se han conocido en la historia moderna de España. Un tiempo, sin embargo, que a Ione no le termina de convencer y por eso proclama a los cuatro vientos su impugnación casi  total en favor de una república plurinacional y feminista.
Los contestatarios de los setenta, a los que tanto recuerda la joven Ione Belarra, aspiraban a un país con libertad y sin ira, y por eso supieron convivir,  en una democracia para todos,  con esa otra parte de España que venía del otro lado, de la otra memoria, de los otros caladeros sentimentales. Paco Ibáñez proclamó por entonces de forma magistral que la poesía es un arma cargada de futuro  mientras Ione Belarra, en esa senda, afirma que el amor es el motor de la política. También dice que hay que repensar el Estado desde sus territorios, y es cierto, aunque el problema surge cuando todo se queda en un chapotear algo happy flower  que finalmente se sustancia en un ataque de urticaria ante la palabra España y la reivindicación de cualquiera grandeza unitaria. Se sustancia finalmente en un continuo hacerle el juego a los grupos independentistas para los que, en todo caso, la cantinela confederal de Ione Belarra no sería más que el último peldaño antes del objetivo final: la ruptura, la secesión, la insolidaridad.  Finalmente Ione Belarra se nutre de la incapacidad secular de ciertas izquierdas españolas para comprometerse, sin complejos y a pleno pulmón, con la unidad del país, del mismo modo que ciertas derechas son patológicamente incapaces de comprender y disfrutar de la diversidad de un país  que encuentra en sus contrastes una de sus mayores grandezas.
En esa dicotomía es en la que se sigue moviendo la nueva dirigente de Podemos, y es lo que coloca a esta formación ante su último suspiro puesto de manifiesto en la última asamblea que pasará a la historia, además, por la extrema languidez vocal de Lilith Verstrynge animando (por decir algo)  el cotarro con letanías republicanas para días de fiesta y bullanga mitinera. Con Pablo Iglesias en un punto y aparte, a la espera de otros focos y nuevas aventuras para seguir en el candelero, Ione Belarra, a diferencia de esos contestatarios de los años setenta a los que recuerda, carga ya con piedras muy pesadas en su mochila. La primera, la de un partido que en un tiempo récord ha pasado de ser una aspiración juvenil con pretensiones de asaltar los cielos a ser una estructura del poder a la sombre de Pedro Sánchez, un partido muleta que se conforma con parcelas de influencia y un ejército de asesores para justificar todas las renuncias, como la pretensión inicial de meter en vereda a las eléctricas, poniendo el suministro bajo el control del Estado, pretensión reducida ahora a una gélida apelación a variar la hora valle para amortiguar el impacto. Así es el Podemos que hereda Ione Belarra, donde la grandilocuencia que se usa en los mítines oculta a duras penas el oportunismo y el conformismo propio de los bien instalados.
Ione Belarra es ministra por deseo expreso de Pablo Iglesias y con poco más de treinta años difícilmente padecerá ya la creciente precariedad en la que viven la mayoría de los de su generación mientras ella proclama el amor como motor de la política.  En el fondo tiene la difícil misión de hacer algo distinto a la liquidación con un partido que parece amortizado desde antes de que Pablo Iglesias, en su última pirueta, lo colocara en las estancias del poder aprovechando la necesidad imperiosa de Pedro Sánchez de conseguir una aritmética parlamentaria sustentadora.
Belarra dice que está dispuesta a renunciar al coche oficial del ministerio para dedicarse en cuerpo y alma a un proyecto que en su cuarta asamblea ha dado muestras más que evidentes de agotamiento temprano, con la alegría más bien impostada de unos simpatizantes a los que se les hizo pensar no hace demasiados años que aquello era la gran opción para empoderarse y escribir una historia distinta. Hasta que vieron que la épica ni siquiera daba para evitar la subida escandalosa del recibo de la luz.