Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


El fin del principio

12/01/2020

Después de un año de provisionalidad, Pedro Sánchez ha conseguido la investidura como Presidente del Gobierno en unas sesiones muy duras de enfrentamientos y una tensa preocupación de toda la sociedad en la que sus adictos celebran el triunfo de la izquierda y los críticos mordaces comparan la obtención de la presidencia de Sánchez con la de su doctorado.
He titulado esta columna, fechada en este 7 de enero de 2020 marcado con piedra roja, como El fin del principio. A la frase le doy el sentido de la consumación de un inicio, de haber rematado un prólogo que se abre a un futuro, de haber conseguido terminar un doloroso parto que ha alumbrado a una nueva criatura a la que deseamos la mayor salud y feliz porvenir.
Recorro todos los medios de opinión que están a mi alcance -desde Okdiario hasta D. Público- y en cada uno la resonancia del hecho es la esperable según sus principios o más bien los intereses de sus patrocinadores. También he tomado el pulso de los foros de internet con unos post y comentarios de los que siempre se saca provecho, aunque la primera enseñanza sea por desgracia el grado de visceralidad insultante de los participantes. En esta línea, parece más importante celebrar la derrota de la derecha que felicitar a la izquierda ganadora.
Estos enfrentamientos son menos por las ideas -que además no siempre están fundadas en datos contrastados- y más por las emociones, con lo que en los foros se forman banderías semejantes a las de los clubs de fútbol. Hoy he visto en un post los discursos de Pablo Iglesias y de Aitor Esteban reprochando a la derecha su defensa del Jefe del Estado para apropiarse de su imagen, pero olvidan que la defensa del Rey era una respuesta en un Parlamento en que había sido criticado por Mertxe Aizpurúa de Bildu y Mireia Vehí de CUP. Este ejemplo es parecido a la crítica que se hace a la derecha por alzar la bandera nacional como propia, cuando se limitaban a sostener la que la izquierda había abatido. La derecha defendió al Rey en el Parlamento, en medio del mutismo del candidato que no puede disimular sus celos por El Borbón, que deberá cuidarse de los idus de marzo de El Guapo y El Coleta.
Junto a la esperanza, siento una estupefacción por no entender de qué se ríe la bancada del electo. Ésta ha sido una investidura legal, pero inmoral por estar basada en un previo engaño a los ciudadanos ante las elecciones y en una compra de voluntades de los diputados en las Cortes, con lo que han provocado consecuencias nefastas, empezando con una humillante devaluación personal del investido, el descrédito del PSOE por la quiebra servil de sus principios morales centenarios ante los intereses de la empresa y ha reactivado entre los españoles la discordia por la que vivimos trágicamente. Añado la frustración de saber que todos -de izquierda y de derecha- por acción u omisión hemos cocinado el pastel.      
Lograr una investidura no significa poder gobernar y la intervención de Montse Bassa, de ERC, a la que «importa un comino la gobernabilidad de España» me hace temer que esta columna tendría que haber sido titulada El principio del fin. Para evitarlo, tenemos el deber de actuar a favor de la cohesión y progreso de España, que ha de ser una tarea de todos para todos.