Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


In memoriam José López Moya

15/12/2022

Quizá una de las frases más conocidas de John Lennon, a la que recurrimos cuando sufrimos un ataque de realidad, es aquella que afirma que la vida es eso que pasa mientras que te empeñas en hacer otros planes. Algo parecido nos ocurrió el pasado sábado. La ciudad, vestida ya para celebrar las inminentes fiestas navideñas, recibía, como un mazazo inesperado, la noticia del fallecimiento de José López Moya, Pepe el de la tabacalera o simplemente Pepe. Se fue tal y como vivió, de una manera discreta, haciendo suyo el undécimo mandamiento, ese que dice No molestar.
Tuve la inmensa fortuna de conocer a Pepe. De hecho, mi primer acercamiento al mundo nazareno fue una larguísima conversación sobre hermandades, procesiones y semana santa que mantuvimos un caluroso mes de mayo, hace más de treinta años, en el entorno de una celebración familiar. De él aprendí que esta pasión por la Pasión realmente era pasión por el servicio, por la ayuda. Siempre fue un referente. Una de esas personas que tenía la solución para el problema que a tí te parecía irresoluble. No responde esta columna a una prolija enumeración de los logros de Pepe. Valga como muestra el hecho de que Mangana lloró el domingo ante la pérdida de quien fuera concejal del ayuntamiento. Su barrio de la Fuente del Oro, su Virgen de las Angustias (la de arriba), su Amarrao o su Amargura entre otros recibieron el cariño y la dedicación de quien puso su vida al servicio de la comunidad sin pedir nada a cambio, tan solo buscando hacer de esta ciudad un sitio mejor. Pero si por algo no debemos olvidar a Pepe es por su paso por la Junta de Cofradías. Las generaciones actuales de nazarenos deberían conocer a aquellos que gastaron tiempo y esfuerzo para conseguir que la Junta de Cofradías, que la Semana Santa, que la comunidad nazarena, sea lo que hoy es. Durante casi dos décadas formó parte de lo que entonces denominábamos la Mesa, compuesta por D. Santos Saíz, D. Eduardo Fernández Palomo, D. Aurelio Cabañas, D. Luis Villanueva....pilotando una institución que veía cómo los cambios políticos y sociales se producían a una velocidad vertiginosa. Y ahí estuvo. Dejando hacer, escuchando, aconsejando, trabajando porque nuestros desfiles siguieran creciendo en participación, seriedad...y todo esto desde la tolerancia de quien sabía que la Semana Santa es lo que es gracias a todos. Disfruté con él de múltiples anécdotas pero hoy quiero compartir con ustedes una en especial. Un Martes Santo, procesión comenzada ya, se entera que no están preparados los bocadillos para las bandas. El bueno de Pepe, junto a alguno más, se dedica a hacer bocadillos de fiambre con el fin que los músicos pudieron cenar. Quizá es que eran otros tiempos y hoy se afrontaría la solución de otra manera. Pero es que Pepe era fundamentalmente un hombre bueno y comprometido. El sábado la procesión celestial que pregonara Rafael Pérez (otro de los grandes) sumó un buen nazareno. Descansa en paz, Pepe.