El ministro de Justicia fue juez hasta que, desde el cargo de ministro de Justicia, se dedica a preparar indultos que, previamente, el Tribunal Supremo razonó que era irracional concederlos. En este interesante partido el ministro va ganando por 9 indultos a 0, aunque está pendiente la prórroga de los recursos presentados, que será mucho más lenta que la tanda de penaltis.

Pero si entiendo que un juez, pasado al bando del Ejecutivo, se dedique a retorcerle el brazo al Legislativo -siempre hay vocaciones tardías- lo que no acabo de entender es la información del señor ministro sobre que hay posibilidades de concederle el indulto al Prófugo.

Me refiero a ese caballero, que era presidente de la Generalitat, les dijo a sus compañeros de gobierno "Mañana nos vemos en los despachos", y el jefe de la banda se fugó hacia Bélgica, que es un país mucho más complaciente con el separatismo ajeno que con los flamencos y valones que tiene en casa. Alguien dijo que Bélgica era un país que se había inventado Gran Bretaña para joder a Francia, pero seguro que en Francia tienen otra versión. El caso es que el presidente huido de la Justicia, si vuelve, debe ser juzgado. Concederle el indulto sin juzgarle sería devorar su presunción de inocencia, a la que tiene derecho, porque todos somos iguales ante la Ley, al menos eso creíamos hasta hace poco. Si se le concediera el indulto al jefe de la banda que huyó, entraríamos en terrenos más cercanos al dogma que al Derecho -algo semejante a la concepción inmaculada de María- y que establecería que el presidente de la Generalitat, cualquiera que sean las circunstancias, siempre es inocente y no puede ser juzgado.

El ministro de Justicia ha demostrado ser muy hábil e imaginativo con el expediente de los indultos, pero indultar al Prófugo como si fuera un matrimonio por poderes, sin pasar por un juicio, sería algo tan delirante, tan surrealista, que confieso no poseer tanta imaginación.