Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Dos ciudades

16/06/2019

El día 11 de junio, a las nueve de la mañana, subía al ferry, (y otra muchísima gente), en el embarcadero de Battery Park para  pasear bajo la estatua de la libertad (Miss Liberty). Un hecho nada heroico y más bien propio  del ‘homo turisticus’ actual. Una de las plagas contemporáneas.  Al día siguiente, 12 de junio, a la misma hora, entraba en la ciudad de Toledo. Este hecho, un poco más notable por haber superado horas de encierro en un avión estrecho, incomodo, insalubre. Dos ciudades confrontadas se superponen en el cerebro y en los sentidos. Una mezcla sicalíptica. Dos ciudades, una ingente, variopinta, dinámica, asfixiante en su grandiosidad, inabarcable; la otra, histórica, monumental, agobiante en su pequeñez, con problemas, de momento, irresolubles. Los barrios de la primera pueden cambiar en escasos años. De ser lugares peligrosos pasan a barrios legendarios; en la otra, la más pequeña, cualquier  variación o proyecto requiere años.
En Nueva York  tiempo y espacio son lujos estresantes; en la ciudad pequeña el mundo gira  aferrado al sueño de épocas y  siglos pasados, su valor turístico. En la primera, los políticos locales disponen de  poderes, que en la ciudad pequeña resultan inconcebibles. No solo manejan la limpieza, el orden público, el urbanismo y otra multitud de servicios, también la policía y hasta el ejército si es necesario. En España eso resulta una quimera. Pero aquel es un país descentralizado, realmente federal, y no por eso deja  de ser democrático, aunque elijan presidentes como Trump. Lo que cualquiera puede intuir en una vista apresurada  a Nueva York  es la voluntad de abrir espacios, de crear zonas verdes para aliviar tanta aglomeración de personas. Por aquí eso se entiende como un imposible ontológico. Sí en  los tiempos históricos en los que se construyó Toledo se hizo estrecho por especulación y razones defensivas, el mismo concepto se aplica a los nuevos espacios urbanizados, en este caso solo por mera especulación. Un metro menos de calle puede dar enormes beneficios  a los implicados. Allí la amplitud de las calles y las aceras las compensan construyendo en altura, algo nada aconsejable en una ciudad patrimonio de la humanidad. Washington debería ser un modelo para Toledo. Nueva York es el símbolo del Imperio del siglo XX; Toledo lo fue en los siglos XVI y XVII. Como tal permanece fosilizada para la visita de  turistas. Una plaga. En Nueva York lo de los turistas resulta descomunal. Pero la ciudad sobrevive en su propio caos.