Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Los males patrios

25/01/2021

Reconozco que la demagogia me saca de quicio, casi tanto como el maquiavelismo, pero de lo que no cabe la menor duda es del daño que ambos vicios le vienen haciendo al sistema desde tiempos inmemoriales, hasta el punto que son muchos los ciudadanos que terminan alejándose de la política como si de verdad ésta fuera lo que, al parecer, le dijo don Rafael Sánchez Mazas, ministro sin Cartera, a Franco cuando éste le preguntó por qué no había asistido a un Consejo de Ministros: «Excelencia, es que la política es asunto de muleros», poniendo así fin a su carrera..
La restauración democrática de Adolfo Suárez nació viciada y lastrada por lo peor de los métodos franquistas, con aquellos caciques de la UCD convencidos de que, con Lampedusa, había que hacer que todo cambiara para que nada cambiara, incluso asumir, a riesgo de que se liara la gorda, la imprescindible incorporación del Partido Comunista de España (la bête noire del franquismo, junto a la masonería). De ahí el desencanto de muchos, deseosos de que España fuera una democracia auténtica como Francia o Alemania.
La llegada de Felipe González fue como un soplo de aire fresco y esperanzado: aquel hombre no tenía compromisos caciquiles importantes, y, por el contrario, contaba con apoyos decisivos en Europa. La entrada en el Club Europeo parecía un hecho; todo pintaba del color de la rosa hasta que, como en la vida no hay nada gratis, le impusieron dos condiciones insoslayables: la OTAN y la necesaria Reconversión Industrial. Lo primero, pese a lo que tenía de sapo, vino bien, ya que supuso el fin de las veleidades militaristas. Lo segundo generó unas altísimas cifras de parados, que, unidas a las que ya teníamos, supusieron el mayor mal crónico, junto con ETA, para España.
De entonces acá, la clase media, esa misma que, gracias al turismo y a las aportaciones de nuestros emigrantes de la época franquista, se había generado como por ensalmo en los años sesenta, empezó a verse atacada por los sucesivos gobiernos de izquierdas y de derechas, incapaces de ver que los sistemas neoliberales que nos venían impuestos desde el exterior, cada vez iban dejando mayor número de excluidos, y, por consiguiente, de resentidos. Los que lograban huir por arriba, los nuevos ricos, en vez de mostrar lealtad con su país, dieron en la inveterada costumbre de buscar paraísos fiscales, de llevarse el dinero a espuertas, de mostrar nula generosidad y de permitir que fueran los que cobraban con nómina los que se encargaran de soportar el sistema impositivo; a la vez que los sucesivos gobiernos de todo signo se refugiaban en los impuestos indirectos que afectaban a todos sin exclusión.
Un sistema, como vemos, viciado, que se abrió en canal en 2007, con la crisis global del ladrillo y las finanzas. A los excluidos de siempre, al chorro creciente de desempleados, vinieron a unirse los cientos de miles de estudiantes con carrera y sin empleo, a quienes ya no se podía engañar con falsas promesas y vanas palabras, y a los que no quedó más remedio que abandonar su país y buscarse la vida donde fuera.
El sistema bipartidista, que tenía mucho del viejo sistema canovista de la Restauración (Sagasta y Cánovas/ Cánovas y Sagasta), terminó saltando por los aires un día en la Puerta del Sol. A la confusión social, vino la confusión política, al maquiavelismo de los viejos partidos, se añadieron los nuevos populismos, y de ahí al Gobierno actual, en que los vicios se han triplicado, en el que todo vale, y en el que, con una marcada bicefalia (por más que el BOE, de momento, esté en manos de Pedro Sánchez), se aspira al poder por el poder, con puñaladas traperas y traiciones  a diestro y siniestro, mientras España agoniza en medio de una pandemia muy mal gestionada y a diario se nos da una lista de ‘bajas’ que aterra. Siempre la insolidaridad de este pueblo; siempre las mentiras; siempre el caos, y si no, vean lo que está ocurriendo con las vacunas que con tantas ansias esperábamos. ¿Qué hacen los responsables? Pues eso,  vacunarse por su cuenta. Sálvese quien pueda…