Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


El eclipse democrático

14/09/2019

Parece que habrá elecciones y yo todavía tengo que decidir el sentido de mi voto. Aún no sé si pintar en la papeleta un «dedo palabrota», como le llama mi hija al anular estirado, o si escribir directamente unos cuantos insultos floridos. Lo que tengo claro es que quiero que alguien grite -o susurre «nulo» al sacarlo de la urna: que no beneficie a ninguna de las personas que se disputan el poder. Los he visto actuar de cerca durante demasiados meses seguidos. Y no me queda ya ninguna duda al respecto.
Comparto la sensación con muchas personas de mi entorno, lo cual no tiene por qué significar nada. Pero a lo mejor sí. El desencanto con la clase política crece también en el CIS, aunque a mí lo que me cuesta entender es cómo todavía alguien se puede tomar el tema en serio, cómo puede haber sujetos por ahí que escuchen a un portavoz por la radio o lean unas declaraciones en la prensa y no se den cuenta de las inmensas y vergonzosas costuras, que no caigan en la trampa y el cartón.
En Birmania, en los años más duros de la Junta Militar, el gobierno tenía que poner en manos de grupos aparentemente independientes cualquier mensaje importante que quisiera hacer llegar a la población. Sabían que si la gente lo relacionaba con el gobierno, estaban perdidos. Los mensajes oficiales eran recibidos con desprecio y desconfianza. Solo servían para alimentar teorías de la conspiración y para entretener al círculo más cercano a los generales, que vivía dentro de su propia ficción.
Estamos cada vez más cerca de llegar a este extremo, de que el debate público se sitúe a una distancia inasequible del mundo real. Un descrédito que, en palabras del historiador italiano Gabriele Ranzato, conduce de cabeza hacia el eclipse de la democracia.