José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Un patrimonio delicado necesita cuidados y protección

09/09/2021

El tiempo en que estamos invita a la molicie, o a ejercitar sanos entretenimientos que contradigan la actividad cotidiana. Ha pasado el verano; lo que significa de modo amplio que una mayoría de nosotros ya pasó las vacaciones, aunque todavía hay un buen número de ciudadanos beneficiándose de ese venturoso regalo. Es, por ir directamente al grano, un momento muy aprovechable para abandonar las rutinas diarias y salir a buscar otros estímulos. Para mi gusto personal, viajar es uno de los pretextos más adecuados, además de sencillo y asequible, para satisfacer lo que digo. Lo estamos experimentando ya, desde hace semanas, cuando empezaron a relajarse las severas medidas, muchas de ellas incomprensibles (por no decir palabras mayores) que nos han amargado la existencia durante un periodo demasiado largo de tiempo. Olvidando lamentos, miremos hacia delante y veamos de qué modo podemos encontrar compensaciones satisfactorias.
La Serranía de Cuenca es un espacio amplio, generoso, bellísimo, variado, excitante. Además, nunca cansa. Se puede ir docenas de veces y cada una de ellas ofrecerá diferentes alternativas, que se pueden combinar con imaginación de manera que las sucesivas visitas ofrecerán posibilidades variadas, nunca monótonas y ello a pesar de que los elementos disponibles -rocas, agua, vegetación- podrían hacer suponer la presencia de un repertorio repetido. Supongo que estas razones son las que explican que estos parajes cuenten con tanta aceptación, como es fácil comprobar en cualquier momento. En sí mismo, este es un hecho positivo. Aunque yo creo que por estas tierras siempre ha existido un criterio acogedor, nada  reacio a abrir las puertas a los visitantes, lo que ocurre ahora es que eso se ha generalizado hasta el punto de que, además, son deseables y no solo porque con ellos llega también algo de dinero sino por una especie de orgullo propio por mostrar lo que existe y comprobar que es valorado de manera satisfactoria. De esa manera, la actividad turística o viajera forma ya parte de la normalizada forma de vivir de ese territorio tan atractivo y, a la vez, tan delicado.
Es difícil, quizá imposible, mantener en toda su pureza espacios en sí mismos en delicado equilibrio, como ocurre, por ejemplo, en la laguna de Uña, situada a los pies de las impresionantes riscas que amparan, además, el pequeño pueblo que conserva todavía algunos elementos de arquitectura popular, formando un ámbito realmente bello. Aquí, como en otros muchos puntos de la Serranía, se concitan algunos factores peligrosos que ponen en riesgo la conservación de este maravilloso espacio natural. El primero de todos y más extendido, el que trae consigo la desparramada suciedad que dejan tras de sí algunos sujetos nada cuidadosos ni respetuosos. Otro, de moderna implantación y permanente polémica es el de las macrogranjas porcinas que están proliferando de tal modo que naturalmente debe sorprender y que, junto a un cierto progreso económico, parecen traer consigo no pocos riesgos contaminantes que la autoridad debería saber controlar. Alguno más se insinúa de vez en cuando, como el que recientemente ha surgido a raíz de un artículo polémico, el de los posibles daños que producen los escaladores en las formaciones calizas de nuestras hoces, acusación de la que los afectados se defienden proclamando que ellos son respetuosos con la naturaleza. Y hay más, que no es preciso seguir detallando, porque de un modo u otro están en la conciencia de todos. Como está, pienso que de forma mayoritaria, la preocupación colectiva por salvaguardar este inmenso tesoro cuyo origen se remonta a millones de años, lo que significa que ha podido sobrevivir a todas las generaciones que se han ido sucediendo desde que el ser humano empezó a poblar estas tierras. Y no es cosa de que esa continuidad se rompa precisamente ahora, en el civilizado siglo XXI.