Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Dos periodistas y medio

11/02/2020

A Manuel Martín Ferrand (1940-2013) nunca lo conocí, pero si recuerdo su voz, su presencia fiable en los medios, su voz impactante. Pero me fijaba mucho en su rostro serio, curtido, en su particular forma de ejercer el oficio de periodista. El tenía pinta de tipo duro, de esos que saben lo que dicen, de matón de periódico. Un Bieito más arcaico y rudo. Con su sabiduría nos decía cosas que ahora algunos no recuerdan. Hablaba de políticos que no respetan al periodista, y lo maltratan. Decía cosas como que son raros los trabajos periodísticos sobre hechos remotos que no contengan, de forma casi forzosa, alguna declaración de políticos a favor o en contra; que derivarán el interés de la noticia a lo que el político piense, aunque su opinión se obvia. Nos decías que son tan simples que utilizan mecanismos expresivos o culturales de una estupidez aterradora. «Lo que cuenta es que el político esté ahí. Que adobe y remate el asunto. Que lo protagonice. Si hay un canutazo de político, el redactor jefe ya se queda tranquilo. Se ha cumplido el canon».
En los periódicos locales, las páginas abundan en politiqueo municipal, y cualquier incidente de poca relevancia lo convierten en asunto de supuesto interés público. Y si alguien se quiere aburrir hasta la extenuación que lea lo que se publica en las webs de los organismos públicos. Las horas que la radio, la televisión o los periódicos se dedican en España a analizar el funcionamiento interno de los partidos, aburren hasta a las ovejas. Hacen que los lectores desertemos y nos desentendamos de lo que nos cuentan. Se tergiversan hasta los mapas del tiempo y las temperaturas, simplemente omitiendo unos datos y destacando otros.
El miedo de los infames mató a José Luis López de Lacalle, un periodista del Mundo y miembro de Comisiones Obreras asesinado por ETA de cuatro balazos por la espalda en mayo del 2000. Los que lo recordamos agrandamos su voz  y multiplicamos sus lectores. Como dijo otro periodista, «lo mataron porque tenía razón». En su último artículo decía que Ibarretxe mentía, que entretenía al gobierno de España. ¡Vamos! como ahora en que lo han rendido a sus pis. Y también ahora se entretiene al gobierno de España, se le aúpa por bilduetarras que poco a poco destruyen el consenso de la transición por el ego de algún partido impostor.
Me gusta el periodismo libre, el que soy libre de leer o no leer, el que pone a prueba mis convicciones. Me gustaría que me tuvieran miedo los que me leen, aunque critique cosas tan nimias como la porquería que albergan las teclas de los parquímetros conquenses, que tocarlos es una temeridad. Pero si a periodistas con millones de seguidores no hacen caso, a mi menos. Decía Manuel Martín Ferrand que «cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti». Al político, ad libitum: su placer y su voluntad es para ellos lo más importante, no el pueblo sediento de justicia bíblico, o el ateo comunista que también quiere lo mismo, aunque no se ponga de acuerdo con los que van a la iglesia. Yo tengo miedo a informarme en las letrinas, el medio más seguido por los españoles. Miedo porque es tan sutil la raya, la coma que va en titulares y comentarios que a veces ni se distingue, y no siempre estamos alerta y más de una trola nos pilla desprevenidos y cuela. El ejercicio más importante saludable que se puede hacer con los medios es un «apaga y vámonos».
Muchas veces pienso en dejar de escribir estos artículos ante la inutilidad aparente de mis reflexiones, exento como estoy del ego que presiento en algunos que a la tecla se asoman. Y entonces aparece gente respetable, sencilla, o con una admirable trayectoria personal, y me estimulan con sus comentarios, a veces felicitaciones, a seguir escribiendo. A veces hay que hacer cosas que no traen cuenta y que no serán agradecidas, pero siempre serán válidas si creemos que tenemos que hacerlas, si ponemos pasión, y si nos sentimos libres al hacerlas ellas nos liberaran de otros pesares. El premio no es llegar a la meta, el premio es el camino, es afrontar personalmente una noticia, es mirarse al espejo del mundo y preguntarse, ¿sobre esto, que puedo y debo decir siendo fiel a mí mismo y a la verdad?