Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


La revolución sexual

02/02/2020

En mi anterior columna delimitaba la responsabilidad que tienen tanto los padres como el Estado en la educación de los niños, desde un punto de vista teórico y sin valorar esa nueva práctica que se llama ‘pin parental’. Lo dicho es que en las primeras edades es normal que adquieran los modos de vida y reciban los valores de aquellos bajo cuya tutela se encuentran y, al llegar a la autonomía de su razón, son ellos los que están en condiciones de elegir su vida teniendo libertad para recibir las ofertas intelectuales y morales de la sociedad. No entro en casuística entre lo público y lo privado pues, si vamos a lo negativo, hay tantos padres necios y cerriles, como entes públicos cuya ejemplaridad es pulirse el erario en putas, coca y mariscadas.
El principal campo de discusión es el de la sexualidad afectiva, precisamente por la pujanza y publicidad que han cobrado actualmente los movimientos de liberación, entre los que destaca el feminista y están representados por el generoso acrónimo de FELGTB.
Me parece normal que cada persona puede sentir y hacer con su cuerpo y sus afectos lo que le venga en gana sin fastidiar al vecino, pero tanto como rechazo las prohibiciones, también cualesquiera imposiciones. En contra del relativismo, niego que todas las opciones sean válidas. Unas son intelectualmente discutibles y otras moral y hasta físicamente inconvenientes.
La revolución sexual propone una teoría Queer (retorcido) frente a la considerada Straight (recta) y cuya base es que los géneros, las identidades  y las orientaciones sexuales no están inscritos en la naturaleza biológica, sino que son el resultado de una construcción social y cultural variable. La primera consecuencia es que el sexo es electivo. Cuando Irene Montero quedó embarazada dijo temerariamente que iba a tener una niña, un error para quienes sostienen que será el recién nacido quien con el tiempo decidirá cuál es el sexo que desea tener. Este desprecio de lo biológico frente a lo ideológico  es científicamente inaceptable.
Otras propuestas son obviamente rechazables. Cuando Shulamith Firestone quiere eliminar el tabú del incesto desde la infancia, está abriendo el camino a una perniciosa endogamia. Asombra que el programa de Valerie Solanas consista en descuartizar a los varones.
Otras construcciones mentales son absurdas, como rechazar la heterosexualidad por ser un modo de dominio del varón o que la práctica óptima del sexo es la anal por igualitaria ya que todos estamos dotados de tan democrático orificio. Si se extiende esta norma, tan publicitada por la señora Gimeno, la extinción de la humanidad estaría asegurada. Ella es libre de expresar estupideces, pero yo no pienso subvencionarla para que mis nietos reciban este mensaje/masaje.
Puestos a evitar las tensiones de dominio y humillación entre humanos, lo más noble, aunque artesanal y nada social, sería la masturbación. El progreso la ha dotado de mecanismos de autoayuda, sean las muñecas de silicona y látex de Abyss creations o Sinthetics y los consoladores Satisfyer y Osé. Recuerdo a una amiga que se sentía tan satisfecha con su vibrador Apolo, que estaba decidida a ponerle un piso. ¿Se ríen? Pues esto es más de lo mismo.