Editorial

Vox rompe el pacto nacional y pone en evidencia la debilidad del PP

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Santiago Abascal dijo ayer basta y decidió romper el acuerdo al que a nivel nacional había llegado con el Partido Popular para aupar a los candidatos de esta formación a las Alcaldías donde no tenían mayoría suficiente para gobernar, especialmente la capital de España. El gesto deshizo también la cláusula de confidencialidad que habían firmado, ya que vino acompañado del documento en el que se especificaba que el partido de Pablo Casado cedería concejalías a Vox en función de su representación, un extremo que finalmente no se produjo. Con todo, lo que vino a demostrar este órdago es la extrema debilidad que tiene el PP en aquellos lugares donde aún gobierna, quedando a merced del resto de formaciones para aprobar una acción de Gobierno que no puede garantizar solo con sus votos.

La postura de Abascal es entendible desde un punto de vista político. Desde que las elecciones del 26-M le otorgaron un papel clave en determinadas instituciones, se había convertido en ese socio que resulta imprescindible para llevar a cabo los propósitos, pero con el que nadie quería que le viesen. Lo despreció primero Ciudadanos, al aceptar su apoyo allí donde era necesario negando al mismo tiempo cualquier contrapartida por ello. Después fue el PP el que planteó algo parecido, no queriendo ceder parte del Gobierno a la formación ultra y ofreciéndole solo puestos de segundo nivel que no era lo acordado, a tenor del documento presentado ayer al menos. Ya hubo algunos amagos del hartazgo de Vox cuando en algunos ayuntamientos, Huesca y Burgos principalmente, los candidatos locales propiciaron Alcaldías socialistas al negarse a dar su apoyo al candidato de la derecha por los desprecios anteriores.

El tiempo dirá, no obstante, si lo de ayer fue un golpe en la mesa en toda regla o la simple pataleta de alguien necesitado de reconocimiento. De momento, no se ha negado a seguir negociando con el Partido Popular los gobiernos de Madrid y Murcia, los únicos en los que puede tener un peso específico, pero «en función del programa» y sin entrar en el Ejecutivo. A ello hay que añadir que este giro se produce cuando los ayuntamientos ya están constituidos y parece como mínimo poco probable que se alíe con el PSOE para promover una moción de censura. Por tanto, será el transcurrir de los días el que determine si su pase a la oposición supone también impedir que los alcaldes saquen adelante sus propuestas. En todo caso, de la modulación de estos apoyos o rechazos dependerá el futuro de Vox, un partido que todavía debe encontrar su hueco real en el espectro político y en las instituciones, más allá de los estereotipos que no dejan de acompañarle.