Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Traducciones y libros secretos

10/05/2020

Durante los domingos del confinamiento, con el presente suspendido por el virus Covid 19, hemos  paseado por el Toledo del siglo XII con Gerardo de Cremona. Había venido a Toledo con varios sueños y muchos proyectos. Su objetivo: traducir al latín la mayor parte de libros posibles para hacerlos circular por los países del norte. Su obsesión inicial: el ‘Almagesto’, de Ptolomeo,  el primer libro que traduciría en Toledo. Después tradujo los ‘Elementos’, de Euclides. En paralelo,  las obras de Galeno. Los tres grandes que extenderían por la Europa Medieval los saberes de medicina, matemáticas y astrología. Domingo Gundisalvo, también desde Toledo, divulgaría la filosofía. En Toledo se recuperaban los clásicos, el mundo empezaba a cambiar. Como canónigo de la catedral, Gerardo dispuso de  tiempo ilimitado para su trabajo de traductor. La versión al latín  de los griegos y de los sabios árabes (pudieron  llegar a 70 los libros traducidos) constituyó su única dedicación. Según sus discípulos «huía de los elogios serviles y de la pompa vana de este mundo» y era «enemigo de los deseos de la carne». Toledo en el siglo XII se había convertido en un centro de irradiación de ciencia y sabiduría.
Tuvo acceso a la biblioteca del sabio toledano, y funcionario de la corte de los Banu Di l-Nun, Abu Utman Sa´id ibn Muhammad ibn Bagunish.  En ella, tal vez, pudo leer un ejemplar del Necronomicon, trasladado desde Bagdad o Damasco a Toledo por un mercader arriesgado. Se propuso traducirlo, aunque es probable que el arzobispo de entonces, Juan de Segovia, se lo prohibiera taxativamente. Al Necronomicon le acompañaba una tradición atávica de desgracias y tragedias que le habían señalado  como  libro maldito. Se contaba que contenía  tal número de  horrores que mataba a quién lo leía. Había sido escrito por el poeta loco Abdul al–Hazred. Tal vez, después de  que lo tuviera Gerardo en sus manos fue escondido en alguna biblioteca secreta de donde salió – vendido o robado - en el siglo XVII para llegar a las estanterías de una familia burguesa de Providence, en Norteamérica.  H. P, Lovecraft escribiría su obra misteriosa con referencia a este manuscrito.
Por un documento del siglo XIII sabemos que el ‘scriptorium’ de la catedral se encontraba en la llamada ‘capilla de la Santísima Trinidad’, un monasterio cercano al edificio. Gerardo falleció, probablemente, en Toledo, en 1187. Existen testimonios de que parte de su traducciones las dejó en herencia a un convento de Cremona.