Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Personas con discapacidad: parte de la sociedad y no ‘minoría’

03/12/2019

Llegando a la semana en la que por todo el mundo se van a celebrar días dedicados a las personas con discapacidad, siguen subsistiendo planteamientos de obscena caridad y con infames fotos, de quienes no se acuerdan de ellos nunca. La democracia como gobierno de la mayoría pero que se desarrolla sin perjuicio de la ‘minoría’, resulta ser una definición sociológica breve y aceptable, que tiene una fuerza descriptiva bastante tranquilizadora: nos gobernamos a través de amplios acuerdos pero si alguien se queda al margen de los mismos, dispone de un estatuto ciudadano básico que le permite continuar con su vida en condiciones de igualdad con la mayoría, que ha impuesto democráticamente sus decisiones sobre el rumbo de la cosa pública. Pero este punto de partida no puede ser más parcial y erróneo de cara a una protección integral de toda la sociedad. Parcial, porque sólo se refiere al ámbito de la gobernación política de nuestros Estados, pero no a la misión principal de los Poderes Públicos en la que se concreta esa acción de gobierno: procurar los derechos humanos a cada persona que se encuentra en su territorio. Y errónea, porque el concepto de ‘minoría’ es absolutamente contrario a la realidad de cada persona física residente en ese Estado, que no puede ser clasificada como perteneciente o ausente a una determinada categoría predeterminada bajo el concepto de ‘minoría’, y en el caso de que lo fuera, no siempre asume ese rol de manera perenne o inmutable. Así, la llamada a la ‘minoría’, no es otra cosa que una manera de articulación jurídica que sirve para aprehender la realidad (cuando se estudia, se transmite, se analiza) y para cumplir finalidades públicas (la identificación de los sujetos que van a disfrutar los efectos de acciones positivas o de discriminación inversa), pero que no parece que pueda servir para edificar un estatuto general de la ciudadanía de un país, porque resultaría totalmente desdibujado e incongruente: una mujer de veinte años en pleno uso de sus facultades mentales puede ser, desde una consideración estática miembro de la ‘mayoría’ de un determinado país, si según los datos poblacionales está en la media de recursos, raza, ubicación geográfica, e incluso inclinaciones sexuales. Pero todo ello puede cambiar al año siguiente si disminuye su nivel de renta, se accidenta y asume una discapacidad sobrevenida, se desplaza a residir en un entorno rural despoblado, se convierte en madre soltera, es víctima de maltrato por su pareja, o simplemente pasa a profesar una religión minoritaria. De todas las ‘minorías’ de las que podemos ser parte o somos, habrá una que llegará seguro por edad o enfermedad. Pensémoslo antes de construir una sociedad desde la perspectiva de las supuestas e imprecisas ‘mayorías’.