Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El marciano

14/05/2021

No existe un camino fácil para el tiempo en que nos toca vivir. El fatalismo, los sentimientos exacerbados y el romanticismo campan por sus anchas en una sociedad confundida e infantil. El hecho que más me desconcierta es la incapacidad actual que tenemos para comprender nuestra naturaleza, las claves de nuestro éxito y el nulo aprendizaje sobre el sufrimiento.

Desde que Adán y Eva jugaron con la dichosa manzana, la advertencia de Dios auguraba que la existencia humana iba a ser increíble pero dolorosa. Sigue siendo inaudito que un sujeto tan humanamente repulsivo como Jean Jacques Rousseau, haya podido tener un impacto filosófico y político tan extraordinario hasta nuestros días. También es cierto que Karl Marx no fue el más listo de la familia y sin embargo, demasiada gente se resiste a analizar los múltiples fallos que acompañaron a sus escritos. Y si mantenemos nuestro respeto reverencial por Thomas Malthus, es lógico que Greta Thunberg nos parezca un prodigio de la naturaleza.

La triste realidad es que el ser humano es naturalmente violento. No es una posibilidad, sino un estado propio que solo es frenado por una correcta educación. Un niño pequeño debería, desde la infancia, descubrir los límites a sus deseos, las consecuencias de sus actos y aprender a dominar sus impulsos. Este fascinante proceso finaliza con un individuo adulto. Si se ha completado satisfactoriamente la formación, este sujeto respetará la ley, controlará sus sentimientos, acudirá a la razón para guiar sus actos y en general cooperará con sus semejantes. Esta capacidad para la cooperación es junto con el lenguaje uno de los elementos decisivos de nuestro éxito planetario.

La prosperidad que desembocó en un bienestar colectivo es históricamente reciente y hasta hace muy poco limitada a una zona geográfica concreta. Hasta la llegada de la revolución industrial, la esperanza de vida y nuestra existencia eran pésimas visto con perspectiva. Nuestra actividad principal era la guerra o en su defecto la explotación de nuestros semejantes, sin que dicho ejercicio generarse mucho conflicto personal. Solo el cristianismo y el capitalismo sabiamente combinados han permitido a Occidente avanzar de una manera que el resto del planeta ha tenido que reconocer que era exitosa.

Esta fórmula mágica se apoya en muy pocos pilares, pero sin libertad, sacrificio y dignidad, su consecución es imposible. La historia nos demuestra que la riqueza y la cultura se pueden evaporar. Hemos olvidado las causas de nuestra prosperidad.