Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Se acabó

08/11/2019

Lo único positivo que deja la campaña es su brevedad. Acostumbrados a vivir en la disputa permanente, se ha hecho incluso corta. ¡Quién lo iba a decir! Con cuatro elecciones en cuatro años haces tal callo que cualquier cosa te parece menor. Eso, o masoquismo, que muchos hemos perdido ya la noción. Quitando los partidos a los que las encuestas señalan en ascenso progresivo, el resto de candidatos agradece también que todo se acabe, no sea que se queden en cueros.
Como somos de aprendizaje lento, en esto de las campañas también se avanza al ritmo de un tempo largo. De lo poco bueno que nos deja, además de su final, está la mínima presencia de publicidad en las calles. Los partidos tradicionales y los que dicen que han venido a renovar habían mantenido esa puñetera costumbre de ensuciar el entorno con cartelones, pensando que todavía hay gente  que determina el sentido de su voto por ver una cara u otra cerca de su colegio electoral. Eso es lo que nos hemos ahorrado y que debería quedar instaurado por ley, no sólo cuando se trate de una repetición electoral.
El resto, seguimos con los mismos tics de siempre, avalados por los viejos y por los nuevos. No conozco a nadie que reflexione durante la jornada de reflexión. Ir al bar y ponerse tibio no cuenta. Si alguna vez lo tuvo, este día carece de sentido lógico, salvo el de regalarnos unas horas sin el tostonazo de los mítines. ¿Y si eliminamos por decreto también los mítines? Quitando la efervescencia que provocan partidos como Vox y en su día Podemos, el resto sólo levantan pasiones entre los más cafeteros y los espacios que reservan para llevar los mensajes con tono vehemente son cada vez más pequeños. Aun así, tienen serias dificultades para llenarlos. El pinchazo del mitin del PSOE en la Casa de la Cultura de Villarrobledo -con presencia del ministro Ábalos y el presidente Page- es una muestra más de que este tipo de actos sólo reúnen a cargos públicos, familiares y los que algún día recibieron alguna ayuda del partido en cuestión. En Madrid, el PP iba a cerrar la campaña en el Palacio de los Deportes. Cuando fueron a reservarlo se encontraron que ya estaba ocupado. Finalmente, se han decantado por la plaza de toros de Las Ventas. Cuando escribo estas líneas, los populares andan tirando la caña y buscando a gente a lazo. Visto está que el autobús y el bocadillo ya no son suficientes. No es que un mitin de cierre, si está más o menos lleno, vaya a cambiar el resultado. Es cuestión de orgullo torero. En la sociedad de la imagen, una foto con la plaza medio vacía hace pupa.
Acaba la campaña e, independientemente del resultado, no ha servido para resolver las grandes dudas. Ningún partido ha sido capaz de contar a sus votantes con quién se va a aliar para facilitar acuerdos. Sólo lo ha apuntado Ciudadanos cuando ha visto cómo se hunde en las encuestas. Ningún partido ha dicho con sinceridad las reformas estructurales que se van a tener que poner en marcha ante el desafío económico que se nos viene encima. La polarización es tal, que asuntos como la Educación o el reto de la España vacía continúan siendo cosa menor, a pesar de ser necesario un pacto de Estado que nos haga mirar al futuro con cierta esperanza. Se acaba la campaña y parece que entre Cataluña y Franco hemos tenido bastante. Igual es que están esperando a una nueva oportunidad. Sólo confío en que sea de aquí a mucho tiempo. Casi por salud.