Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


Homenaje a la Serranía

15/06/2021

Cuando hace ya medio siglo encaré la hermosa y desafiante Serranía Norte de Guadalajara para recorrer los vericuetos de la sierra del Ocejón, hube de hacerlo por caminos de herradura y en muchas aldeas no había ni electricidad ni teléfono ni otros servicios. Quizás por mi amor a estos lugares la Asociación Serranía de Guadalajara me ha encargado el epílogo de un documentado libro ‘Serranía de Guadalajara, despoblados…’, del que traigo aquí algunas palabras.
La Sierra del Ocejón, también llamada de la Arquitectura Negra, es una zona de fisiografía atrayente pero económicamente deprimida por la altitud, el frío y la escasez de tierra cultivable ya que su sustrato es la pizarra
Echando el pie desde Tamajón, recorrí una serie de pueblos que tenían una población reducida a un 10% de la que tuvieron antaño, en unos buenos tiempos recordados como gloriosos que realmente no lo fueron. Mis utensilios de primera mano eran un cuaderno de notas y una cámara fotográfica y mi principal equipaje era la curiosidad.
Me encontré, y tuve la merced de convivir, con quienes hacían frente a una situación desfavorable pero llevaban su pobreza con ánimo esforzado y mucha dignidad. Gentes austeras pero también compasivas, personas recelosas pero también acogedoras, que tenían una nobilísima cultura rural, una moral natural y un lenguaje sentencioso y vivo. Los campesinos eran gentes que no sabían de libros ni papeles porque bajo las nubes no había nada que leer y eran callados, aunque no mudos, porque las preguntas fundamentales que se hace el hombre son el hambre y el amor, que no necesitan palabras. Vivían bajo la mirada de un Dios providente que les mantenía en un estado de conformidad y esperanza como en una forzosa infancia.
Pero llegó el día en que la penuria creciente les haría abandonar el rumor de los enjambres campesinos para acudir a la colmena urbana. Cuando en el otoño de 1970 se abandonó La Vereda, ya estaba deshabitada Matallana y dos años más tarde se despobló La Vihuela. Y al emigrar sintieron el desgarramiento de abandonar la hondura de siglos de la casa familiar en un pueblo al que cubrió el silencio y sólo el manar de la fuente quedó guardando la ausencia del personal. Los muertos se quedaron atrás, dejados a su propia suerte sin flores ni oraciones entre la maleza crecida del camposanto.
Quienes resistieron quedaron en condiciones precarias, bajo rendimiento por falta de capitalización y en un estado de aislamiento y menosprecio. Cuando un pueblo pierde la escuela y cerrado el bar, se encuentra en un estado terminal. La recuperación, animada por el regreso a un modo natural de vida y facilitada por Internet, empezaría por la mejora de los servicios.
La Serranía de Guadalajara es un paisaje de una belleza dura que la convierte en un destino turístico cercano e importante, pero el escalador y el senderista harían bien en comprender toda la aventura que sucedió entre estos riscos y sacar lección de la lucha contra la adversidad que estas personas sostuvieron. Ante el paisaje de la naturaleza, es también el paisaje humano es el que debemos recordar y admirar.