Vidal Maté

Vidal Maté

Periodista especializado en información agraria


La carne, contra las cuerdas

07/12/2019

El sector de la carne y el de las cabañas ganaderas en su conjunto, con una facturación cercana a los 18.000 millones de euros en origen, casi siete millones de toneladas, más de 300.000 explotaciones que constituyen uno de los ejes para el sostenimiento medio rural, no atraviesa su mejor momento. 
Al margen de la evolución al alza o a la baja de los precios y de la imagen en positivo que se podría tener el aumento de las producciones, con la excepción del conejo y la estabilidad del ovino, la realidad es que se trata de una actividad sobre la que acechan diferentes riesgos. La ganadería, especialmente la intensiva, se ha convertido en objetivo de las críticas de medioambientalistas, animalistas, veganos, industrias cárnicas tradicionales y otras de fabricación de carne en laboratorio. Hay incluso  reservas desde organizaciones internacionales, comenzando por la propia FAO, a la Organización Mundial de la Salud y la OMS que demonizan la actividad. 
Desde la perspectiva del volumen de la demanda, según los datos manejados por la Administración, en los últimos seis años la misma ha registrado una caída del 12% pasando de algo más de 50 a solo 46 kilos por persona y año. Sobre un consumo en 2008 de 2,5 millones de toneladas, en 2018 esa cifra se redujo a solamente 2.144.000. Y, tomando como referencia la demanda interna interanual por productos entre junio de 2017 y el mismo período en 2018, el consumo de conejo cayó un 10%, el de vacuno casi un 4%, el de ovino el 3,1%, el de ave el 1,22% y solo registraba un ligero incremento del 0,8% la carne de porcino. 
La reducción en la demanda de carne en los últimos tiempos, se podría achacar en parte a un incremento de los precios o a los efectos de una crisis que nunca se fue del todo. Sin embargo de esas razones han aparecido y se están consolidando en la sociedad otros argumentos.
Hoy, a la carne, a la actividad ganadera, le han crecido diferentes enemigos que disparan desde diferentes posiciones, no siempre visibles, con otros tantos intereses sobre la mesa. 
En contra de una mayor demanda han jugado las recomendaciones de nutricionistas aconsejando dietas en defensa de la salud y para prevenir enfermedades; también las filosofías de vida o militancia en materia de defensa del bienestar animal; no han beneficiado una mayor demanda las posiciones más radicales contra el sacrificio de los animales. En contra de la demanda han jugado algunas recomendaciones lanzadas desde instituciones internacionales como la OMS, invitando a no abusar de las carnes rojas, o de la propia FAO, advirtiendo del elevado coste en recursos naturales, agua y pienso que supone la obtención de proteínas de origen animal. 
Con esos datos y esas recomendaciones por delante, no es una sorpresa que hayan crecido los colectivos de consumidores veganos o vegetarianos que hayan apostado por un mayor consumo de verduras, legumbres y frutas en todo el mundo. En el caso de España, aunque menos que en otras latitudes, según la consultora Lantern, ya suman el 9,9% de los consumidores de los que un 0,5% son veganos, el 1,5% vegetarianos y un 7,9% flexitarianos que asumen comer productos derivados como leche o huevos.
Al hilo de esta nueva demanda, en los últimos tiempos han surgido empresas promovidas, en algunos casos por personajes de referencia mundial, Bill Gates, entre otros, para montar un negocio con una oferta basada en productos vegetales y muy especialmente en la soja con su potente lobby, como Impossible Foods, Beyond Foods, Memphis Meats en Estados Unidos o Mosa Meat en Holanda que ha apostado por la investigación fabricando carne en laboratorio en base a la multiplicación de tejidos animales. Es curioso que organizaciones filantrópicas norteamericanas, con algunos de esos empresarios como donantes, estén financiando campañas de organizaciones animalistas contra las cabañas ganaderas.
Y, por si fuera poco, están las acusaciones de estos días en la Cumbre sobre el Cambio Climático que se está celebrando en Madrid a la agricultura y fundamentalmente a la ganadería como unos de los agentes más importantes en las emisiones de gases efecto invernadero. Oficialmente, el conjunto de la cabañas ganaderas en España suponen en el 8% de esos gases, especialmente, por el metano del vacuno y del amoniaco de los orines y un 4% por la actividad agrícola.
Es comprensible que ante ese aumento de la demanda de los productos elaborados a base de legumbres u hortalizas, las cadenas de restauración los hayan potenciado en sus menús y que hayan hecho lo mismo los grandes grupos distribución. Lo que es menos entendible para los ganaderos es que hayan sido la mayor parte de las industrias más importantes de la carne, las primeras en apuntarse a esta nueva oferta que obviamente va restar la demanda de carne, mientras por otro lado se hacen campañas desde las interprofesionales para recuperar el consumo. Lo incomprensible para Agricultura es que aparezcan ilegalmente en el mercado salchichones, chorizos, hamburguesas a base de legumbres o verduras utilizando una denominación reservada solo si el producto está hecho con carne, en medio de la inacción de las Comunidades Autónomas con competencias en la materia. Hace unos años, con el consumo de leche en el punto de las críticas desde expertos en nutrición y de la salud, fueron varias las empresas lácteas punteras que reclamaban más cuota y que se montaron automáticamente en la oferta de leches de soja, almendra o avena y que debieron pasar a denominarse como bebidas, no leche. 
ElPozo o Coren ha sido algunos de los grandes grupos que no se han puesto a elaborar carnes y productos veganos. En la otra parte se hallan carniceros veganos y vegetarianos como Campofrío que, viendo por dónde iban las cosas, se adelantó con su división Vegalia en diferentes productos como embutidos; Vall Company creó Cyrcular Foods solamente para el negocio de la importación de productos veganos de Beyond Foods y de Next Foods; Argal tiene oferta de platos preparados, La Piara se posicionó en patés, Noel en embutidos o Incarlopsa que, por un lado quiere llenar Castilla-La Mancha de cerdos y que se ha convertido en el salchichero vegano de Mercadona.