Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


Comentarios en la Red

02/06/2019

En los foros de internet hay continuos debates en los que los participantes hacen sus comentarios o tuitean a partir de un artículo o un post inicial, sobre el que unos concuerdan y otros discrepan, pero no todos se atienen a un manejo correcto de la controversia.
Hay quienes dan un rechazo general, sin explicar en qué puntos concretos discrepan y por qué, ni ofrecen una opción mejor.
Otros reaccionan saliéndose del tema y, si por ejemplo se trata de la presión fiscal, ponen sobre la mesa la desnutrición infantil. O contraponen argumentos sentimentales a propuestas racionales.
Cuando se denuncia la corrupción de un grupo, el acusado usa el socorrido comodín «pues vosotros más». A veces tan arteramente que los grandes ladrones acaban avergonzando a los rateros.
Otro error es dar algo por bueno simplemente porque se opone a lo malo, sin valorar que en sí puede ser peor y sus efectos negativos, como la anarquía frente al dogmatismo.
No es raro apropiarse inicialmente de un valor como si el contrario lo negase o careciese de ello: «es que yo soy demócrata» y punto o «a mí me indigna la injusticia» y no se hable más.
Igualmente malo es enfrascarse en lo accesorio para no abordar el meollo de la cuestión como es dolerse de las «concertinas» en la valla de Ceuta sin abordar en profundidad el tema de las fronteras.
Bromear sobre el tema es la artimaña de cambiar de terreno y de arma. Ridiculizar al oponente es un deslizamiento a lo personal, como ese recurso despectivo de «no se ponga usted nervioso», o encasillarle, tildándole de facha o de rojo para desatender sus ideas personales.     
Otra mala postura es que, si se encuentra un sólo punto vulnerable en la exposición del oponente, se hace presa en él y, con esa moral de superiosidad se rechazan sus restantes argumentos.
Un recurso burdo y muy frecuente, es tergiversar lo que el otro ha dicho y atribuirle afirmaciones que no ha hecho, que en el terreno político se llama «inventarse al enemigo».
Algunos tienen muy poca flexibilidad en el debate, lo que hace sospechar que sus opiniones no son personales sino pertenecientes a un ideario de grupo, con lo que dan ganas de preguntarles ¿lo que dices, eres tú quien lo piensa?  
Hay otra sorprendente corrupción lógica de negar la conclusión después de haber aceptado las premisas, que se expresa con la muletilla celtibérica del «sí, pero no».
El colmo es negar la realidad, con lo que es imposible analizar y discutir sobre ella. ¿Cómo tratar de una crisis económica si se niega su existencia?  
Hay quien nunca abandona un tono de oposición con quien debate, con lo que pueden llegar a reprocharse mutuamente lo mismo que piensan ambos, porque no son las ideas sino los humores lo que les enfrenta.
Exigir panaceas infalibles como la famosa de «el diálogo» que no es posible con quien parte de que su verdad es absoluta, esgrime el slogan de «ni un paso atrás» o pone una pistola sobre la mesa.
Finalmente recordar la falsedad de que «todas las opiniones son respetables», porque las hay que merecen palos. Lo único respetable son las personas, es decir: usted y yo.