Miguel Romero

Miguel Romero


En el Jardín de los Poetas, la música suena de otra manera

19/05/2021

Me recuesto sobre el muro que allí expira en historia viva, muralla de carlistada, y miro al frente para ver el Belén de Tiradores, a plena luz del día o por la noche con luminaria de fantasía. Y desde allí, desde ese Barrio de Santa Lucía puedo caminar sin mucho andar hasta el Barrio de San Gil, donde iglesia parroquial hubiera y ahora, una simple torre, me la recuerda. Y es que Cuenca tiene tantos recovecos y rincones de belleza histórica que me da igual, subir por la puerta de Valencia que por el paseo del Huécar y si no, a traspiés desde el barrio de San Martín y esos múltiples miradores que se abocinan hacia el propio río sin olvidar el Teatro Auditorio o la sede de los Arquitectos. Todo es potestativo de una ciudad milenaria hecha para el visitante. Lástima ahora ese hundimiento del camino del Postigo de Santa María o calle Canónigos, que pronto quedará restaurado y bien. Por eso, este Barrio de Santa Lucía, ahora poco visitado, fue en tiempos un constante bullicio de actividad, casi toda de solidaria vida, pues aquí el convento de las madres Bernardas albergó también dos hospitales para atender necesidades de salud, en mujeres el llamado de Santa Lucía y el de hombres, que San Sebastián patronara.

Es un territorio de casas pequeñas pero atractivo en su caminar, por eso de recordar los pasajes de una historia importante. Ahora no te encuentras a mucha gente, tal vez a Estrella -la de la casona poética- o a Tony con su empresa de chocolate artístico, pero antes podías alternar con el francés Esteban Jamete, con el entallador Hernández o con el poeta Valdivieso muy dado a lanzar sus proclamas poéticas en este rincón que ahora evocamos.

Por eso, me siento bien cuando espero oír las sílabas musicales de la Banda de la Escuela Municipal de Música que dirige Llopis y que harán sonar sus estudiadas partituras a golpe de virtuosismo dentro de ese programa cultural municipal de esta Primavera de Cuenca.

Y eso se hará en ese Jardín de los Poetas, a los pies de esa torre de San Gil, entre losas y bancos que recuerdan que allí hubo parroquianos vivos y muertos en siglos pasados, que sonaron las voces de poetas importantes, tal vez cuando Acacia Uceta y Florencio Martínez Ruiz provocaban sus encuentros con Amable Cuenca o con Enrique Domínguez Millán, al que quiero recordar por su marcha reciente a esos pasillos del Olimpo celestial, y que la música de una Escuela Municipal que lleva por nombre "Ismael Martínez Marín" ha querido estar para seguir dejando la huella lírica en tiempo de pandemia, y recordar con ello que Cuenca sigue estando viva en cultura. Así son los tiempos, viejos para recordar la historia y nuevos, para revivir estampas de claro contenido donde la música y sus músicos lo harán posible con maestría y tesón.