Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Racismo a la catalana

16/02/2020

¿Cómo se puede llegar a presidente de una plaza de toros partiendo de picador? Pues muy fácilmente, dijo Juan Belmonte, degenerando, degenerando… Algo parecido viene ocurriendo con ilustres damas catalanas, antaño gente decente y formal, y hoy racistas, xenófobas, supremacistas y, sobre todo, ignorantas y ridículas en grado superlativo. Y es que, cuando se le cae la venda a una fanática invariablemente aparece la imagen de Dorian Gray.
Cómo si no ver con nuestros propios ojos a la alcaldesa de Vic, la señora Anna Erra, que por cierto llegó a la Alcaldía de la mano del PSC para pasarse a JxCat, iniciando así su cruzada antiespañola, que llegó a límites inmundos el pasado miércoles 12 de febrero, en el Parlament catalán, instando con toda inverecundia a los catalanohablantes a dirigirse en esa lengua a personas que «por su acento o por sus rasgos aparenten ser de fuera». De nuevo Arana, Arzalluz y el divino Torra. De nuevo el Rh y la sombra nazi. De nuevo la pureza de la raza. ¿Adónde vamos a llegar en pleno siglo XXI, señora Erra, que sin duda desconoce el término mestizaje?
Y no digamos la eminente señora Clara Ponsatí, diputada europea por error administrativo, que, así como el que se toma un perrito caliente, soltó, en la puerta del Parlamento de Estrasburgo, ante los medios europeos, que los Reyes Católicos fueron, con su decisión de expulsar a los judíos en 1492, la fuente de inspiración del genocidio nazi y del holocausto. Sencillamente inaudito el afán de esta gentuza de echar tierra contra España, hasta ese punto tienen el alma envenenada. Y pensar que la Posantí, con su aspecto de buena madre de familia, fue Consejera de Enseñanza de la Generalitat hace cuatro años. ¿Cómo es posible semejante inverecundia? Porque lo que afirma no es sólo una enorme mentira, sino porque incluso ignora que un siglo antes, en 1391, en su amada Barcelona, tuvo lugar el ataque a la judería, conocida como Call de Barcelona, con más de trescientos judíos asesinados.
Como españoles no podemos menos que sentirnos agraviados por esta banda que campa por sus respetos sin que Moncloa diga ni mu, hasta ese punto opta por callar y otorgar con tal de conservar el poder. El daño que están haciendo las Ponsatí y los Puigdemont de turno sólo es comparable al que hiciera en su tiempo Antonio Pérez, con quien empieza la leyenda negra. El agravio de que somos objeto es tanto más grande cuanto que lo que realmente está ocurriendo en Cataluña es justo lo que la Posantí afirmaba de los Reyes Católicos. Ayer mismo hablaba con la poeta Concha Pérez que, tras cuarenta años en Barcelona, anda preparando el equipaje para volver a Córdoba,  la tierra de sus padres, harta del acoso al que someten  a diario a los escritores en lengua castellana. Le aconsejé que aguantara, porque eso es precisamente lo que buscan estos xenófobos, pero comprendí que tiene su resolución bien tomada.
El cariz que están tomando las cosas del Ebro a los Pirineos occidentales es más que preocupante, y más aún cuando vemos la permisividad de nuestros presidentes (porque mucho me temo que hay más de uno) con esta troupe. Una cosa es  normalizar la situación y establecer un dialogo con Cataluña y otra bien distinta ir poniendo una y otra vez la otra mejilla para que te sacudan en virtud de no sé qué derechos adquiridos. Esto, desde luego, en países serios como Francia, Alemania, Inglaterra o Italia, sería objeto de prisión incondicional. No se puede, por un lado, idear una ley prohibiendo alabar la dictadura franquista y dejar, por otro, que esta patulea insulte, veje y ataque la honorabilidad de nuestro pueblo un día sí y otro también. Si este es el precio que tenemos que pagarles para que sigan apoyando al Gobierno, más vale que nos lo replanteemos. Sin respeto no hay convivencia que valga y, para mentiras, ya tuvimos bastante con la dichosa Leyenda Negra.