Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


El demagogocito

23/07/2019

Quisiera utilizar la palabra como si del refranero se tratara, y no importa si son vejeces o sandeces repetidas millones de veces. No ha de importarme que suenen a amenazas las palabras, si algunos no saben ni los palos de la baraja, menos aún quien es el que baraja, menos todavía el que cual arpía hace trampas en el juego. Yo que en la noche huyo del fuego, que no tengo interés en lo que murmuran mis vecinos, ni escucho maldades más allá de los cuentos de Maricastaña, escupiré por darte pena, pero no me digas nada, y escupe tú también que te has tragado las tontunas que el blanco de la cinco ha maqueado. Puede que vayas por la vida de espabilado, que utilices ardides, tretas y ademanes, que más certeros son mis refranes, aunque quizá no diga ninguno para así no equivocarme.
Hoy en bodegón no he comido, ni he estado con gente gordilla, ni con flacos hasta la rodilla, y aunque parece que menguo no dejo de darle a la lengua, que no deja de hablar mal soltando esos vocablos que la carga alivian y los kilos no me quitan. Triscando chascarrillos me quedo corto y queriendo pasar de largo no me corto, y en un tris haré como que hablo bien, aunque me pese. Me iré sin chistar, sin bailar y sin maulas, haciendo requiebros a este lenguaje, rondín rondando, de rondón en la castellana lengua, y queriendo hablar en jerga te bailare el agua aunque tú no lo entiendas. De momento no me voy. Ni me callo.
Si hasta aquí has llegado leyendo, enfermo que se ha de curar me creerás, pero nada has entendido de mi mal que es mi cura y mi enfermedad. ¡Ay amor, ay cuanto deseo seguir siendo tu enamorado! Sé que me quiero hoy emborrachar, enfermo llegar al final dejando que las palabras penetren en mi alma, cual canción desdichada que oigo por ajena voluntad, que privado de mi voluntad a ti te he llamado para que seas mi confesor, que es indecencia no escuchar a los músicos que acabo de tirar por la ventana, esos de las cantinelas, esos pícaros cantando al señor que les daba gratis las magdalenas. La Magdalena ya lloró. Yo quiero la letra y ella me quiere hablar, decidle que me espere, que suspirando estoy, que por no morir sin saber de su amor hoy tampoco me moriré.
No te estoy viendo, pero creo que estas del revés, aunque tu creas que estas por encima de mí en supino arrebato de lector por un día que participa por un día de la letra de este entremés articulado en estrofas indigestas que huyen de las sombras que me siguen, de los fantasmas que no veo, o del avariento vejete que para ser joven necesita de la dama que ruido mete para darle ponzoña. ¡Ay! cuan equivocados estáis con el vejete que a cupido perdió de vista, ese al que al que las llamas no abrasan. De prono te he puesto ya, y a tu obsesión le daré con el borra. ¡Dicho y hecho! Me he quedado sin novio en este sainete. ¡Oh!
Hoy va bien el escrito, traidor de mí es este palimpsesto que tú borrarás. Pero nada entiende el traidor, ni entiende de regalos, el que se cree Merlín en los infiernos, capaz de en la tinaja de Neri meter en salmuera al inocente por lavar sus culpas. Pronto daré contigo y en mi bolsillo te meteré, cual calderilla caduca contigo pagaré media hora de zona azul mañana, para no verte más y dejarte con la calderilla, que miserable eres tal que contigo ni para un vino con pincho me dan.
¿No me negaran que nadie me puede quitar lo que yo acabo de dar en esta jornada en la que me quito palabras que valen dos y medio? Media palabra nada vale, es como la palabra de los que hablan a medias, los demagogocitos. Si tú quieres que palabras mías tengan valor por tú la mitad que falta, si no tendrás dos palabras y un peñazo. Y digo dos porque la mía vale dos.
Tengo más palabras que patentes, mas prosa estorbada que cuentos de los que viven otros, esos que son zánganos sin saber que el zángano su misión tiene, que copula cuando toca y lo echan a la puta calle para que en carestía no coma demás. Hay letrados baratos que se empeñan en cobrar, que no gustan de la sopa barata si otro la tiene que pagar, van con el paso cambiado y eso que no saben caminar. Hoy me he despachado sin querer a nadie espachar, mañana abran la tercera que volveré a llamar. O si quieren seré el paje que la puerta les abrirá. ¡O no!