La humanidad, como si fuera un buñuelo o una croqueta, ha ido rebozándose de un virus durante el peor año de nuestro siglo. Lo despedimos con tristeza, y sobre todo para nuestros mayores, los todavía vivos y los que nos han dejado. Y lo digo porque los mayores de 75 años las han pasado putas varias veces, y no digo ya los de más de 80. El siglo pasado si que fue mortífero, con una guerra civil en España, una revolución fracasada con 50 millones de muertos en los países comunistas, una segunda guerra mundial con dos locos a la cabeza, Hitler y Stalin, las penurias de después de la gran guerra, y en España además las penurias del aislamiento internacional. Los supervivientes que han llegado al año del virus han sobrevivido a peores situaciones todavía, han llorado tantas veces que a muchos no les quedaban lágrimas. La humanidad ha recibido al virus bastante mejor preparada de lo que el mundo recibió las grandes guerras.
La democracia y el capitalismo, padres de la sociedad del bienestar se han ido generalizando en el mundo. Los que no hemos vivido todo eso no estábamos acostumbrados a situaciones difíciles, porque aunque difícil fue la crisis del 2008, no se llevó a tantos por delante. Es un nuevo reto que lo estamos afrontando desde una educación sin tanto sufrimiento y aparentemente más feliz que la que tuvieron nuestros padres y nuestros abuelos. Ahí está la diferencia. Todavía hay algún superviviente de los campos de concentración nazis, algún deforme por las bombas atómicas que se usaron entonces, y muchos tullidos de las guerras de África, de oriente medio y de las revoluciones sudamericanas. Ellos son testigos de que la humanidad es capaz de superar no solo ya el virus, sino muchas desgracias que nos acechan, algunas de ellas por nuestra propia culpa, como la contaminación de nuestra tierra o la concentración de poder y riqueza a la que todavía no le hemos dado una solución. Un año maldito pero que vamos a superar precisamente por la carrera del capitalismo, donde las farmacéuticas compiten a ver cuál es la primera en forrarse salvando a la humanidad. Hasta China y Rusia han tirado la toalla de la revolución, y aunque la primera haya sido la culpable indirecta, -no soy conspiranoico-, solo hay que ver los reportajes sobre las construcciones y las grandes ciudades del gigante asiático cuando abandonó la revolución, para comprender y comparar la diferencia entre el comunismo y el capitalismo. A España se le une otra desgracia: los que quieren el revanchismo y la vuelta al comunismo, los verdaderos fascistas y los verdaderos reaccionarios que luchan contra corriente al ejemplo de Cuba y Venezuela. Pero recordando el libro que escribió Dolores Ibárruri y José Díaz, solo que en el sentido contrario a lo que pregonaban los fundadores del partido comunista español, el capitalismo y la democracia, con todos sus defectos, siguen siendo el único camino a seguir.