Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Un ilustre maestro de San Clemente

03/03/2020

Lo que leí después no se puede reproducir, son insultos, invitaciones a que deje de leer su libro, «no escribo para ti». Pero no lo hice y ojeo cómo conoció a su madre, su primer recuerdo, una escena difícil de enmarcar, maravillosamente descrita, bellísima, en ella un niño que despierta de su enfermedad, y en el suelo una vela que ilumina débilmente la estancia y el rostro de su madre, para vosotros sus palabras: «A la madre se la ve siempre madre. Verla mujer, es profanarla». No se adónde me conducirá este artículo pero dejándome llevar copio «madre y muerte, las dos buenas, las dos amables, las dos puras, deliciosas; las dos como dos asilos a que acogerme cuando me viese perseguido por el dolor». No ocurre lo mismo con la sabiduría, que asirse a ella es sinónimo de desesperanza, cuando como en los tiempos presentes tan poco se la tiene en cuenta y anda como pordiosera en los arrabales de esta época insulsa y retrograda. Sabiduría es remitirse a López de Haro o al libro de la sabiduría bíblico, ese que dice «amad la justicia, vosotros los que gobernáis a tierra»,  también: «La sabiduría no habitará en alma maligna, ni en cuerpo sometido al pecado». «Imitaron al diablo los que son de su bando…». Pero yo quiero hablaros de López de Haro, el republicano que hoy me trae a vosotros inesperadamente. Una vez le preguntaron a uno que si era republicano,-¡Jamás! –Fue su respuesta-. Y dijo más, que derribaría la republica si pudiese –Y si no la derribo yo, la derribarán otros. –Y lo dijo ante un fiscal barcelonés- En Barcelona ser de derechas antes del 19 de julio del 36 no era un delito, después sí, cuando dijo alguien «condenadme a muerte, pero tened la valentía de declarar que lo hacéis porque no pienso como vosotros». El hombre del que era abogado López de Haro cuando lo iban a fusilar pidió a sus ejecutores que apuntaran bien. Y entonces López de Haro se sintió «sin peso, sin forma, sin materia, libre. ¡Al fin era yo!» nos dice en su relato. Y como si hubiera esperado noventa años a que uno lo leyese, admonitoriamente «de mí, entre vosotros, sólo queda mi nombre de papel». Y yo lo rescato, porque la sabiduría no es oficio que se aprenda si no se trabaja estudiando a los maestros, sus ideas no tienen por qué ser las nuestras, y tampoco sus principios. Maestro es quien te da alas para recorrer los cielos del Parnaso, quien comparte contigo el buen vino en la barra del bar, porque la sabiduría alcanza a todas las cosas que se mueven, y como es pura llega a todas partes. «La luz es alcanzada por la noche; pero la malicia nunca será alcanzada por la sabiduría». La sabiduría suprema tiene un solo dueño, pero hay muchos sabios que nos ayudaran a seguir la senda que conduce a él, solo necesitamos buenos consejeros, esos a los que casi nadie escucha, si no aprendemos de gente como él seguiremos padeciendo.