Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


El gran vacunódromo

14/04/2021

En el punto en que el que estamos todo se reduce ya a una palabra salvífica: vacuna, a pesar de todo y de todos. A pesar de los efectos secundarios, las maniobras de distracción y las ineficacias. La vacuna es lo único  que nos puede brindar un cierto sosiego en unas vidas puestas en vilo hace ahora ya  más de un año. La vacuna por encima de todo. Sabemos que ha sido desarrollada en un tiempo récord, inaudito en este tipo de ensayos clínicos, sabemos que está como un poco cogida con alfileres, estamos viviendo con desasosiego todos los avatares de la AstraZeneca, que antes de todos los problemas llamábamos muy pomposamente ‘la vacuna de Oxford’, como dotándola así de una gran entidad. Ahora casi preferimos no mencionarla demasiado no sea que con la mención podamos espabilar algún fantasma. Lo cierto es que con esta marca,  no sabemos a ciencia cierta donde comienza y termina lo sanitario, donde lo geopolítico, donde la guerra de guerrillas en un mundo puesto patas arriba con la pandemia en un concierto mundial desafinado con sus principales integrantes dándose pellizcos por debajo de la mesa.
Es como si el mundo se nos estuviera haciendo añicos en las principales instituciones que lo han sostenido y necesitara también una vacuna contra todos los virus que lo descomponen. Hay, en todo lo que nos está ocurriendo, un ruido de fondo que tiene que ver con la batalla cada vez más cruda entre China y Estados Unidos por el dominio mundial, y con los deseos crecientes de Rusia por volver a ocupar un lugar de gran influencia en el mundo, desarrollando de momento una vacuna a la que vamos a terminar acudiendo por ser fiable y además fácil de adquirir. Y la Unión Europea de nuevo sumida en una gran crisis, muy orgullosa de su bienestar, de sus sistemas sanitarios públicos, de la garantía de los derechos para todos, pero incapaz de garantizar un suministro rápido y cuantioso a sus ciudadanos. Conviene no engañarse: la Unión Europea ha fracasado en la adquisición y el suministro de las vacunas a sus países miembros. El Reino Unido despide al Duque de Edimburgo al mismo tiempo que adquiere la ansiada inmunidad de rebaño y llena sus terrazas de vida y bullicio. La UE aún no sabe qué hacer para agilizar el proceso, y parece estar pendiente de que Angela Merkel de definitivamente el visto bueno a la compra masiva de la Sputnik rusa.
El mundo se nos ha convertido en un gran vacunódromo en el que prima el sálvese quien pueda, según la capacidad negociadora, con Naciones Unidas diluida y con la OMS en una perdida creciente de autoridad. A veces parece como si el planeta, en esta pandemia global, se nos fuera a quedar reducido a nuestra comunidad autónoma. Es una de las paradojas que nos deja el gran virus, un desastre global que es como una patata caliente que nadie quiere coger. Ahí tenemos a Pedro Sánchez anunciando pomposamente nuestro calendario nacional de vacunación. «A finales de agosto, estaremos vacunados el setenta por ciento», anuncia. ¿Y cómo?. Ah, eso ya es cosa de cómo se organice cada comunidad autónoma. Pero en Alemania, Baviera, que también es muy suya, tira un poco por su lado y abre negociaciones con  los rusos por su cuenta. Todo se reduce a lo más pequeño aunque el virus no entiende de fronteras, razas o latitudes.
Todo a su vez se nos representa como un lío colosal de marcas e intereses comerciales. Las grandes farmacéuticas haciendo su agosto a costa de nuestra inmunidad de rebaño y a uno le gustaría estar en un país con un punto más de coraje para invertir todo lo que fuera necesario y tener ya a disposición de la sanidad pública la vacuna española, que será de las mejores, según nos cuentan, pero llegará cuando el problema no sea de la gravedad actual. La vacuna española, en el gran vacunódromo mundial, puede ser una de las que marquen un punto de sosiego y normalidad. Cuando salgamos de esta, necesitaremos un gran proceso de reconstrucción mundial a todos los niveles con esa sensación que la Unión Europea es nuestro escudo protector pero o se pone las pilas o se va a convertir en un florero prescindible. En el gran vacunódromo del mundo la voz europea ha dejado mucho que desear aún sabiendo que sigue siendo la única opción que tenemos para hacernos valer en un concierto de gigantes. Esa es la sensación que compartimos a día de hoy los ciudadanos europeos. Larga vida a Europa, y mucha más fortaleza.