Los creadores de complejas gráficas te lo explicarían mejor, sin duda, pero un «factor de corrección» es, más o menos, un golpe de realidad 'a futuro' cuando todo parece absurdo o surrealista. Si realizas una encuesta en un colegio electoral a primera hora, cuando se han depositado diez votos, y resulta que seis colegas que se iban al monte han votado al partido por el cannabis, decir que la proyección es una mayoría absoluta de los amigos del cigarrito de la risa es un error más o menos divertido pero grotesco: saber qué se votó en ese colegio el pasado año y aplicárselo al 6/10 cannábico, tener en cuenta la hora a la que se pregunta a pie de urna… elementos que, todos juntos, ayudan a establecer ese factor de corrección.

Hace una semana, éramos carne de repesca. Hablo de la selección absoluta, la de fútbol, claro. El 2-1 de Suecia nos empujaba al abismo del segundo puesto, donde otros 'condenados' eran Alemania, Países Bajos, Portugal o Croacia. ¿Saben qué? Sólo dos partidos después, estos cuatro 'cocos' ya son líderes de sus grupos, a España le valdría con ganar a Suecia en la última jornada (y no hacer el cafre en Grecia en la penúltima) para evitar la repesca y las grandes amenazas del segundo puesto son Suiza, por el recuerdo de la Eurocopa, y Noruega… por Haaland, claro.

Cuando somos excesivamente optimistas o rematadamente pesimistas, en cualquiera de los dos casos olvidamos el famoso factor de corrección, ése que nos pone 'cachondos' cuando vemos al Madrid quinto y al Barça octavo a comienzos de curso, y olvidamos que, cuando pongan velocidad de crucero, lo normal (con perdón y permiso del Atlético) es que terminen 'uno' y 'dos' sea cual sea el orden. Podríamos aprender y no lanzar ni campanas al vuelo ni pestes precipitadas pero, ¿de qué hablaríamos? Sólo es fútbol…