Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


¿Qué es el Sexting?

11/11/2019

Este fenómeno moderno, asentado entre los jóvenes, cada vez más, se acrecienta gracias a las nuevas tecnologías y a la mensajería efímera.  Se trata de la difusión de fotografías o vídeos de carácter erótico que son mensajeados entre los jóvenes de nuestra sociedad. Según la última encuesta, casi un 10 % de nuestros jóvenes de entre 10 y 16 años han recibido fotos eróticas.
Lo llaman ‘sexting’ y es el fenómeno de fotografiarse en actitud provocativa para enviar las imágenes a alguien de confianza. Junto al llamado grooming, esa serie de acciones y estrategias que lleva a cabo un adulto para ganarse la confianza de un menor, a través de Internet, con el objetivo de conseguir favores de índole sexual, conforman las dos actividades más intensas -dentro de la actividad pornográfica infantil- en las que el joven se encuentra inmerso. La primera, como actividad de moda, generada entre los propios adolescentes y la segunda, como actividad adulta de acoso sexual a menores en la red. A quien realiza estas acciones se le denomina ‘groomer.
Una y otra lacra se han extendido con demasiada rapidez entre todos y desde hace varios años. El llamado sexting  se va extendiendo entre los jóvenes gracias a las redes sociales y a aplicaciones de mensajería efímera tipo Snapchat, que prometen que un mensaje se autodestruye pasado un cierto tiempo, lo que ofrece una garantía de mandar imágenes subidas de tono de forma privada.
Y es que, con la popularización de las nuevas tecnologías, el uso del ‘sexting’ -contracción de sex y texting- centre los adolescentes se expande cada vez más. En un principio comenzó haciendo referencia al envío de mensajes de naturaleza sexual y con la evolución de los teléfonos móviles, ha derivado en el envío de fotografías o vídeos de contenido sexual.
Esta práctica puede causar graves daños psicológicos a los jóvenes que en la mayoría de los casos desconocen el destino final de sus fotografías íntimas, según expertos en psicología, quienes advierten que se trata de una práctica de alto riesgo.
Según el estudio, las fotografías se intercambian por fanfarronería, por seducir o porque sus parejas se lo piden para generar morbo y excitación. El problema viene cuando el que las recibe decide difundirlas entre amigos o colgarlas en internet, tal vez derivada de una ruptura y por despecho.
Pero esto puede generar consecuencias legales. Los menores que se fotografían y las difunden pueden ser acusados de producción y distribución de pornografía infantil y evitar así las secuelas psicológicas.
Sin duda, estamos inmersos en una dramática espiral de deformación de los valores éticos y morales en los que se ha fundamentado la sociedad tradicional, cuyas medidas sociales apenas son capaces de evitar su ejercicio; creo que las instituciones políticas, administrativas, educativas, culturales y sociales, deben de reflexionar mucho más, adecuar sus estrategias y condicionar sus hábitos para conseguir modificar conductas, defender la debilidad a la que todo niño, en su periodo formativo, físico y mental, está expuesto por su condición, sin olvidar que todo lo que ellos aprenden es lo que enseñamos nosotros. ¿Culpables?: el adulto, la sociedad de la información, el dirigente político, el profesor y la familia -cuando ésta no se atiene a las condiciones de potestad, educación y ayuda-. Nadie debe escurrir el bulto y todos, todos, sin duda, somos los verdaderos culpables de las malas prácticas y los peligros a los que se enfrentan los niños y adolescentes. ¿Seremos capaces de conseguir cambiar esto?