Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


Realidad virtual y auténticas preocupaciones

14/06/2020

No he hecho nada de particular en las últimas fechas para tener unos minutos de fama, según sentenció con ironía Andy Warhol, hace mucho tiempo. Todo empezó con un coloquio online en la Fundación Pablo VI, poco después esa Fundación me entrevistó para la revista Ecclesia, y a partir de mis opiniones en esos dos medios de comunicación Eduardo Álverez Bragado me hizo una entrevista para un periódico nacional que ha tenido cierto eco, y finalmente he visto publicado el texto que escribí para los alumnos de la Universidad de Burgos, que me pidió su rector, Manuel Pérez Mateos, y todos esos productos de mi magín me han sacado de mi confinamiento personal, ya que he recibido comentarios y saludos de personas con las que hacía tiempo que no conectaba o que sencillamente no conocía. 
Estoy agradecido a esos periodistas y esas personas amigas, y al tiempo he de decir que la fama, especialmente la fama instantánea de la que hablaba Warhol -como es mi caso-, responde menos a los méritos del famoso en cuestión, que de un fenómeno de nuestra sociedad mediática, según el cual  la fama, el conocimiento de la persona, o su popularidad depende, casi en exclusiva, de que los medios descubran, precisamente a través de otros medios de comunicación, la dimensión noticiable del individuo o del suceso. En suma, hay siempre mucho de efímero; la realidad virtual es la única que se impone en esta época, época con un tiempo circular, en el que la noción lineal de progreso está en entredicho. 
En cualquier caso, agradecido estoy porque he podido ampliar el número de personas a las que he enviado mis opiniones, y eso supone una satisfacción grande, pues siempre he tenido una inclinación que yo llamo de ‘escribidor’, inclinación que me viene de mi condición de periodista, la más antigua de mis vocaciones profesionales. 
De esas opiniones mías de esta semana, retomo dos que  fueron reiteradas: la pandemia, y las noticias negativas que afectan al rey emérito.
A los universitarios de la UBU les hice llegar mi personal opinión:
(Mensaje para los universitarios confinados por la pandemia).
«…Aunque se produjo un gran avance en las comunicaciones electrónicas, y la extensión de internet a lo largo del mundo, el capitalismo financiero está produciendo un bajo crecimiento económico, abandono de los gastos e inversiones para sostener el medio ambiente natural, y lo que es más preocupante para las democracias representativas, esa versión neoliberal del capitalismo ha creado una nueva nobleza del dinero, que no está sometida a control democrático alguno, y que está poniendo en riesgo la continuidad de la paz en el mundo.
Más allá de los sufrimientos actuales, de las muertes y enfermos habidos, el problema no es la pandemia, sino los métodos arcaicos con los que se pretende hacerla frente.  Tenemos una gran capacidad científica para afrontar la epidemia, pero los responsables políticos y estatales están sirviéndose de métodos anteriores a 1945: cerrar las fronteras y declarar el  estado de alarma o de excepción.  Esos métodos, propios de los Estados-Nación de otra época, se corresponden perfectamente con la ideología de este tiempo que aún no tiene nombre, pero que caracteriza a dirigentes como Donald Trump, Boris Johnson, y muchos otros, y que condicionan a sus sociedades y más allá de las mismas. Estamos arrojados al futuro. Podemos precipitarnos en la incertidumbre y el desorden. Pero también podemos encontrar una nueva certeza y la seguridad que aporta el Derecho».
Hablemos del Derecho y de la Corona. Las noticias de que  fiscales, en España y fuera de ella, están investigando al rey Juan Carlos por presuntos delitos económicos me producen honda preocupación. En primer lugar, el rey Juan Carlos está sometido a las leyes como todos los ciudadanos, pero también tiene derecho a la presunción de inocencia. En ese sentido, me resulta incomprensible que con un reinado magnífico, en términos democráticos (y desde luego históricos), el rey emérito se encuentre como se encuentra. Vuelvo a la idea de los privilegiados del dinero, y al dinero como una sustancia destructiva para el Estado y aún  para la sociedad.
En segundo lugar, creo que el rey Felipe VI no está afectado por este problema, y que mantiene una legitimidad de ejercicio que le permitirá salvar el prestigio de la Corona, y más importante, la estabilidad de nuestras instituciones. Obviamente, los ciudadanos esperan que las instituciones cumplan con sus obligaciones en esta circunstancia difícil. 
Y en tercer lugar, la Monarquía parlamentaria no es un lujo antiguo y prescindible de nuestra democracia, sino la pieza clave de nuestro sistema constitucional.