Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


La fiesta, Franco, y la náusea

30/06/2020

Me resultan contradictorias las fiestas de los pueblos. No entiendo lo que está sucediendo cuando veo a tanto cenutrio en plan talibán robando cortinas, rompiendo retrovisores, y cometiendo un sinfín de actos vandálicos tras oír al grupo de música tocar al amanecer la Fiesta pagana. El mes pasado a la socialista Maite Pagazaurtundúa le tiraron pintura en el portal de su vivienda, e imagino que no le gustaría, tampoco a la mayoría de nosotros que el PSOE pacte con etarras, o así debería de ser. Todo es tan contradictorio, y este país que ha sido la envidia del mundo durante siglos ahora es la vergüenza de Europa y no nos va a salir gratis, aunque algunos se llenen los bolsillos de euros lauros con la pandemia. Yo llevo años empeñados en saber algo del siglo de oro, y sé que unos incompetentes malograron después lo mucho que se ganó en siglos de luchas y sacrificio. Fueron años dedicados a reconstruir la identidad de nación, y la nación con su ayuda se hizo más pequeña. Hoy, por mañana, ya veremos en qué queda la reconstrucción que tienen que hacer los que teóricamente mandaban cuando ha llegado el maléfico virus. Ahora estamos con estupor ante la náusea del precipicio, esperando que nos den el último empujón. Aunque muchos siguen siendo unos infelices que ya no esperan nada, sin ilusión por crear riqueza y quedarse con algo para el futuro, con unos ahorrillos tras cotizar algunos decenios. A otros, a esos, a muchos foráneos, y a los vende patrias les importa un bledo la ruina de España, que nunca trabajaron ni sudaron lo que reciben del estado. En los países arruinados del petróleo unos pocos beben sorbos, y otros se hacen muy ricos, a lo Maduro, Ayatolás, o el Obiang, y venden ideología. Ricos trepas de hoy y posfranquistas hay tantos que no caben en mi columna. Yo sé que me puedo dar por jodido si saco vergüenzas ajenas, que no soy ningún General y no puedo dimitir. De la guerra civil nos sacó Franco, y de Franco el Rey y la Constitución, y ahora ¿quién nos va a librar de la que se nos viene encima, de la que se avecina en esta casa de locos estrafalarios en que todos quieren ser por lo menos «presidente de la comunidad» o ministro? 
Cuesta mucho levantar una nación después de una guerra, sonsaquen a Franco ahora que ya ha salido. Recuerden lo que vino después, los consensos con Suarez y un tal Felipe González que no malograron lo conseguido. Y ahora, los que deben dar ejemplo, se hacen el harakiri con etarras y los enemigos de España. Ya lo decía Steven Soderbergh: «Un idiota destruye más de lo que crean mil sabios», y en ello estamos, esperando en que queda esto, aguardando, pero desesperanzados y contritos. Unos hacen cola para cobrar lo que se les adeuda o comer caridad; a otros la renta de este año les sale a pagar y no tienen dinero en el banco después de darse de baja de autónomos, y otros se adaptan a esta nueva realidad, a la desescalada en una morada en la que vivían con alguien que ya no está y pensando que quizá se podía haber evitado su soledad. Los hijos son fuertes y se adaptan, pero a los padres han sufrido mucho nadie los consuela. A los adultos responsables, que no todos lo son, tocará bregar nuevamente para sacar adelante las estaciones del dolor. Ahora que se acerca la estación del estiaje, ese tiempo en que los ríos caudales bajan casi sin agua, toca sobrevivir, agonizar, algunos hasta morir.
Tras la fiesta del Covid-19 llega, como en las fiestas de los pueblos, la resaca. Y al despertar del letargo veremos que todo está destrozado, que los culpables y los que no están dispuestos a responder por sus actos vandálicos persisten en culpar al que puso una maceta en la ventana que ellos destrozaron.
Son tiempos de fábula, en los que convendría fijarse en el desorden moral de los protagonistas, esos que justifican sus formas de conducta, lo subjetivo del personaje que ocupa un cargo desde el que nos ofrece soluciones para la construcción y reformas que me atrevo a llamar literarias y retóricas, en las que culminan todos los despropósitos y arquetipos posibles del tiempo presente. Literatura son Las flores del mal de Baudelaire que tratan de la depravación del hombre, y así quedó. Aquí solo nos queda la náusea.