Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Incluid a las personas con discapacidad

02/07/2019

Hace ya mucho tiempo que los guetos desaparecieron en las sociedades democráticas, al menos potenciados por la ley. Los colectivos más vulnerables y en riesgo de exclusión necesitan medidas de promoción y apoyo, pero no para situarlos en una suerte de burbuja protectora y separada: de lo que se trata es de integrar plenamente a través de la supresión de barreras físicas, de comunicación y mentales. La igualdad efectiva depende de las administraciones, pero fundamentalmente de la sociedad, que es en muchos casos la que está ciega, sorda o carente de movilidad por su desinformación e incluso por un buenismo caritativo mal entendido. Ejemplos: resulta que la vida me ha traído de nuevo a contactar con las políticas locales, y me encuentro décadas después, que las actividades de tiempo libre que planifican los ayuntamientos están soslayando la aplicación de todos los avances internacionales e internos en materia de integración de las personas con discapacidad, muy especialmente aplicables tras la implementación en España de la Convención de Nueva York de 13 de diciembre de 2006. Cuando se presentan en cada ciudad y pueblo escuelas de verano, campamentos, talleres y actividades diversas en la que los alcaldes y concejales de turno van a echarse las fotos, suelen fallar dos cosas: primero, que cuando se piensa en las personas de cualquier edad, si es que se piensa, con alguna discapacidad, se tiende a montarles programas especializados en vez de ser integrados en los “normalizados”. Segundo, que no vale enseñar a la cámara de la respectiva y masajeadora televisión local, alguna persona con discapacidad, generalmente leve o candidata a la comprensión social, para que parezca que todos están incluidos: se trata de publicitar desde meses antes que cada actividad lúdica, de tiempo libre, taller o de respiro familiar, está efectivamente preparada para esa integración. Si los empleados municipales o las adjudicatarias externas van a dedicar los mínimos recursos y holgadas ratios a volver a hacer lo mismo de siempre, pero con otros nombres, los niños, jóvenes o mayores con discapacidad quedarán fuera, o a merced de programas cerrados y segregados. Donde más suele ocurrir esto, incluso por encima de lo que pasa en actividades infantiles y juveniles (y creo que no siempre por culpa de los políticos de turno) es en las actividades de las concejalías de igualdad, de la mujer, de promoción de género o como quieran llamarlas: es excepcional, porque no está previsto por los poderes públicos y porque no les interesa a la mayor parte de usuarias, que las actividades asuman la participación de mujeres u hombres con discapacidad, especialmente si es psicosocial. Toda la vida de las personas con discapacidad es perennemente distinta, pero cuando llegan los períodos de descanso, se evidencia aún más la brecha, y esto ya no es cosa de mera concienciación pues estamos en el incumplimiento de normas internacionales.