Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


La humillación

07/05/2022

Marruecos presiona con la inmigración, suspende la cooperación bilateral a varios niveles, cercena las comunicaciones terrestres y marítimas, nos castiga con su indiferencia durante un año y logra que cambiemos nuestra política exterior. Pero además nos espía. Nosotros no solo no podemos denunciarlo, no solo no podemos llamar al embajador a consultas o elevar una queja formal. Nuestro gobierno ni siquiera es capaz de hablar de ello en público con tal de no dañar la relación bilateral.
Hay argumentos, pero cada vez menos, para seguir sosteniendo este disparate. Hemos cabreado a Argelia, hemos perdido la relación privilegiada contra el que hace un año era nuestro mayor exportador de gas en un momento energético particularmente tenso y hemos ofrecido una imagen de debilidad internacional inaudita. Todo para contentar a un vecino que nos perdona la vida una y otra vez y que arrastra los pies para cumplir con las magras concesiones que hizo el mes pasado a cambio de nuestra humillación.
Un vecino que además no es la potencia dominante de la región. Ni por su PIB, ni por su población, ni por sus alianzas geopolíticas. Ni siquiera militarmente es un rival para un país de la Unión Europea e integrado en la OTAN. Marruecos depende mucho más de España que al revés. La única ventaja real de Rabat es que es una dictadura, que la estabilidad de sus gobiernos no es tan frágil como en democracia y que su población está acostumbrada a tragar con lo que tengan que venir. Sus medios de comunicación se ocupan de convertirlo en una cuestión de patriotismo y no discuten los deseos de su Casa Real. Son más firmes porque son menos libres. Se trata de una paradoja perversa. Y no tiene por qué ser así.