Encuentros fallidos

Fernando Lussón
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El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha establecido un sistema de negociación para lograr su investidura en el que ha trastocado todos los tiempos que eran habituales en este tipo de tratos. No solo por llegar a un acuerdo de gobierno de coalición con Unidas Podemos apenas cuarenta y ocho horas después de que se cerrarán las urnas, sino por el manejo del calendario utilizado con los dos partidos de la derecha que  podrían ser necesarios para alcanzar un pacto alternativo.  

Convocar a los líderes del PP y Ciudadanos treinta y seis días después de las elecciones es una anomalía por la tardanza en hacerlo, y ahora esos encuentros no tienen ninguna virtualidad porque está incurso en las negociaciones con ERC, de tal forma que todo lo que se han dicho o les ha dejado de decir Pedro Sánchez a Pablo Casado e Inés Arrimadas, tiene poca trascendencia porque su actitud futura dependerá de lo que ocurra con los independentistas catalanes y si, finalmente, deciden dar vía libre al gobierno de Pedro Sánchez mediante su abstención.

Nada nuevo en las reuniones mantenidas en el Congreso y que han resultado fallidos, como estaba previsto. Salvo algún error matemático por parte de Casado que insiste en que la abstención de Ciudadanos puede facilitar el desbloqueo político cuando solo puede hacerlo votando a favor, y por su pretendida sorpresa porque Sánchez sólo le haya demandado la abstención sin realizarle ningún otro tipo de ofrecimiento. Es muy posible que hubiera dado lo mismo que le ofreciera cualquier otra alternativa, porque el PP está en la tesitura de defender sus intereses partidistas, por encima de su preocupación por la deriva de un gobierno del que formen parte ‘los comunistas” –los que gobiernan autonomías y ayuntamientos sin que hayan abolido la propiedad privada, ni organizado gulags- y que dependa de los independentistas, cuando con su abstención podrían evitar al menos este último extremo.

La reunión de Sánchez con Casado llega tarde porque es una desconsideración y merecía la pena que intercambiaran cara a cara sus planteamientos con anterioridad. Y llega pronto porque todo puede cambiar si se frustran las negociaciones con ERC. Porque en ese momento, se redoblarían las presiones sobre el PP de Casado, y los ‘barones’ más centrados, que se han manifestado en contra de que se celebren nuevas elecciones, alzarían la voz de manera más contundente y lo harían con el argumento más querido por el propio líder del PP, el de ser el referente de la oposición, porque temen que una nueva convocatoria electoral pasara factura al PP y pudiera ser sobrepasado por Vox, lo que no consiguió Ciudadanos. Es, por tanto,  la posibilidad del acuerdo con ERC lo que permite a Casado presentarse como el adalid del constitucionalismo, junto con la decisión de Sánchez de no ir a terceras elecciones.   

Y otro tanto podría decirse de la líder in pectore de Ciudadanos, que mantiene su iniciativa de gran coalición a tres bandas, de la que sería el eslabón más débil y prescindible, mientras siga la situación de impasse que durará toda esta semana, porque tendría que soportar inmensas presiones si evitar las terceras elecciones en el plazo de un año dependiera de su voto favorable al tándem Sánchez-Iglesias. Por lo pronto Inés Arrimadas no descarta un gambito del líder socialista si fracasa el acuerdo con ERC, que implicaría de lleno al PP.   

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