La Constitución resiste

Fermín Bocos
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Parafraseando a Galileo podríamos decir que a pesar del paso del tiempo y de los ataques de los herederos de las minorías que en 1978 no la votaron: la Constitución resiste. Sigue viva y sigue siendo el pilar del que emanan las instituciones que han hecho de España una democracia moderna. Una democracia que ha transformado nuestro país en todos los órdenes. Y todo a pesar de sufrir durante años el acoso criminal de la banda terrorista ETA -867 asesinatos, cerca de cuatro mil heridos y miles de desplazados del País Vasco. Y, en otro registro, en el plano económico, superando las dificultades traídas por las dos grandes crisis sufridas en los últimos 40 años -la del 93 y la del 2008-, la última con un balance de cuatro millones de parados. Sin olvidar los dos intentos de golpes de Estado. El de 1981 encabezado por los generales Armada y Milans del Bosch y el teniente coronel Tejero y el segundo -y esperemos que el último- el del cercano 27 de octubre de 2017 cuando los partidos separatistas representados en el Parlament proclamaron la República independiente de Cataluña. Un hecho cuyo proceso delictivo fue sentenciado por el Tribunal Supremo como un acto de sedición que ha llevado a prisión a algunos de sus máximos responsables.

Pero España sigue. En estos días, con dificultades políticas añadidas a las que podríamos calificar de "normales". Porque normal, lo que se dice normal, no es que un candidato a la investidura presidencial (Pedro Sánchez) se apoye en un grupo político al que hasta hace dos semanas durante la campaña electoral proclamaba como impulsor de una política lesiva para los intereses de España -llegó a decir que le quitaba el sueño la idea de que Pablo Iglesias formara parte del Gobierno-. También resulta anómalo que esté negociando con otro partido (ERC), cuyo líder está preso, condenado por sedición y malversación. El acuerdo todavía no ha fraguado y podría deshacerse en el último minuto porque son muchas las contradicciones de semejante alianza, pero la ambición de Pedro Sánchez y su obsesión con mantenerse en el cargo actúa de argamasa y por lo tanto habrá que ir haciéndose a la idea de que lo que se anuncia está a punto de hacerse realidad. Pese a todo y frente a los posibles dislates de la ingeniería política que pueda pretender facilitar los planes de los independentistas a cambio de un voto favorables o la abstención en la investidura de Sánchez , contamos con un baluarte: la Constitución. El pilar esencial sobre el que se basa nuestra democracia. Pilar que pese a tantas críticas -tanto por la izquierda como últimamente por la derecha-, resiste y como los buenos vinos mejora cuando envejece.

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