Los otros muros de Trump

EFE
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Tras tres años en la Casa Blanca, el presidente se enfrenta a las críticas ciudadanas por sus tuits racistas, xenófobos y machistas, lo que podría perjudicarle de cara a un próximo mandato

El magnate estadounidense sobrepasa ciertas ‘líneas rojas’ en sus expresiones públicas a través de las redes sociales Foto: LEAH MILLIS

Todo empezó cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tuiteó que la congresista afroamericana Ayanna Pressley, nacida en el corazón industrial del país, debía «volver» a su lugar de origen. No era la primera vez que Trump rescataba un epíteto racista de la calle y lo elevaba en forma de tuit. Pero su ataque del pasado julio a las legisladoras demócratas que forman The Squad (La Brigada) -todas mujeres, ninguna blanca- es emblemático de las líneas divisorias que ha estimulado durante su Presidencia.
EEUU es un espejo para el mundo, y los otros muros que ha fortalecido Trump -los del racismo, la xenofobia y el machismo- extienden sus raíces más allá de las fronteras de la primera potencia mundial e inspiran a muchos en el Brasil de Jair Bolsonarlo o en una Europa donde puja la ultraderecha. En vísperas de cumplir tres años en el poder, muchos se preguntan hasta qué punto ha acentuado Trump las brechas sociales.
Con esos tuits, Trump no solo echó leña al fuego de las amenazas de muerte que habían recibido esas legisladoras desde que asumieron su cargo en enero. También trasladó al interior del país un discurso que hasta entonces había dirigido al exterior, a un «otro» colectivo que casi siempre hablaba otro idioma, tenía un color de piel distinto al suyo o profesaba otra religión, y que daba sentido a su empeño en construir un muro en la frontera con México. Su defensa de los supremacistas blancos que asesinaron a una joven en 2017 en Charlottesville (Virginia) fue un ejemplo temprano de que dentro del país se fortalecía otro muro, el de aquellos que durante mucho tiempo se habían callado su xenofobia y ahora se sentían envalentonados para expresarla con palabras y actos.
La Casa Blanca insiste en que Trump no pretende dar alas al supremacismo blanco. En octubre, cuando el presidente comparó el proceso de juicio político con los linchamientos de negros, un portavoz pidió fijarse menos en sus palabras y más en los buenos datos de empleo para afroamericanos y latinos. Sin embargo, el investigador especializado en asuntos raciales André Perry está convencido de que la retórica de un Gobierno es tan poderosa como sus medidas. 
El veto migratorio a los ciudadanos de cinco países de mayoría musulmana, que sigue en vigor, y «la separación de niños de sus familias» indocumentadas en la frontera, que ha continuado a menor escala desde que Trump ordenó ponerle fin en 2018, son las medidas «más racistas» que ha implementado el presidente, según Perry. Pero Trump también ha actuado para reducir la inmigración en cualquiera de sus formas y para restringir el derecho a solicitar asilo en Estados Unidos. 
Cuando Trump tuiteó su ataque a las congresistas de La Brigada, fue su insinuación xenofóbica de que esas ciudadanas no tenían cabida en el país lo que hizo que los demócratas pusieran el grito en el cielo. Pero, según las expertas consultadas, hay otro factor clave en ese episodio. «No creo que esto hubiera pasado si no fueran mujeres», aseguró Soraya Chemaly, autora del libro Rabia somos todas sobre el feminismo en la era Trump. El mandatario tiene «una tendencia a demonizar a las mujeres que le desafían, y en particular a las aquellas que son de color», recalcó Chemaly. 
La evolución de ese fenómeno todavía es incierta. Así, la directora del Centro de Mujeres en la Universidad de Rutgers, Debbie Walsh, ve «difícil mantener a largo plazo el nivel de energía» actual de la movilización femenina. Pero la investigadora cree que la actitud de Trump «ya está teniendo un impacto en sus posibles votantes», como las mujeres blancas que le auparon al poder en 2016 y que ahora están incómodas por temas como «la separación de familias en la frontera».
«Lo estamos viendo en las encuestas: está perdiendo apoyos en ese grupo, y creo que se debe a su comportamiento con las mujeres», recalcó Walsh.
La sombra de Trump es más larga en cuestiones de raza, y es difícil predecir si el supremacismo blanco perderá fuelle una vez que abandone el poder.

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