El placer de comer

Leo Cortijo
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Elisa de la Torre, autora del libro 'En un fogón de La Mancha'

El placer de comer - Foto: José Luis Quintanilla

Hace tres años su viaje existencial cambió de rumbo. Dibujó otro camino al asumir el veganismo como filosofía de vida. Elisa lleva por bandera la lucha contra la explotación de los animales. «No es que no pueda comer alimentos de origen animal, sino que no quiero», afirma tajante y «por convicción». Nació en Cuenca, creció en Toledo y ahora viv e en Madrid. Allí es donde, sin olvidar sus raíces, ha escrito En un fogón de La Mancha, una interesante publicación digital en la que propone recetas veganas de platos típicos de la gastronomía castellano-manchega.

La curiosidad por descubrir fue lo que motivó este libro, con el que pretende ayudar a otras personas que quieran seguir su «propio proceso» a través de «recetas fáciles, rápidas y sanas». Para ella fue un gran descubrimiento, pues de no haber sido por el veganismo, afirma entre risas, «no me gustaría tanto cocinar y solo comería filetes con patatas». En ese camino de «profundización» en los alimentos «siempre tiras de referencias», como por ejemplo, el ajoarriero de su abuela. Ahora bien, «¿cómo lo podía hacer sin ponerle bacalao?». De esta forma, intentando buscar una salida vegana para esos platos, halló la razón de ser de su trabajo. Aunque ojo, advierte, «hay comidas típicas de la región que no requieren ‘veganización’, como el pisto, que es lo más rico del mundo».

Ahora bien, eso de ‘veganizar’ la comida castellano-manchega, a bote pronto, puede parecer una tarea complicada por la afición de ésta hacia la carne. Pero todo tiene solución. Por ejemplo, «cambiar la leche de vaca por una vegetal, el pescado por algas, la carne por tofu o seitán, el huevo para rebozar por harina de garbanzo o por semillas de chía si se utiliza para repostería...». Si realmente se quiere, «siempre hay alternativas». Además, Elisa defiende que no son productos caros ni difíciles de encontrar en el supermercado. Lo único es, sentencia al respecto, que «no conocemos todo el potencial que tienen».

La culpable, entre comillas, de que Elisa piense así es su hermana Sara. Cuando dio el paso de ser vegetariana, nuestra protagonista empezó a buscar información para encontrar argumentos en contra que le hicieran replantearse su forma de pensar. No solo no encontró lo que buscaba, sino que halló «mucho a favor». Y por ello, recalca, «no pude obviar lo que se hace con los animales y seguir comiendo algo que sufre».

Al principio, en su entorno, fue algo que costó asimilar. «Era más joven y se preocupaban por mí». Por eso comprende el razonamiento de sus abuelas «porque forman parte de una generación que ha pasado épocas muy duras y entiendo que ni se les pase por la cabeza restringir ningún alimento». Y es que «antes no se podía elegir..., es un privilegio elegir lo que comer». Elisa entiende que estos tres años han sido un proceso continuo, pero que en general no le ha supuesto un gran sacrificio. El mayor trastorno llega cuando hay que comer fuera de casa o con otras personas, porque aunque la oferta vegana cada vez es mayor, no todos los restaurantes ofrecen esa posibilidad. «Cuando te sales de esa pequeña burbuja vegana de felicidad es complicado», asume al tiempo que espera que «igual que hace cinco años para mí era impensable hablar de veganismo, dentro de otros cinco esté mucho más normalizado».

En un fogón de La Mancha es precisamente eso, sumar un granito de arena en esta causa. «Muchos castellano-manchegos me han dicho que se han reconciliado con la región al ver el libro». Entienden que hay una cultura gastronómica que se puede retomar...

Elisa, que aboga por un «conocimiento gratuito», no quiere comercializar su publicación y permite que todo el mundo la descargue de su Instragram (@laeli.ao). «No quería que esto quedara solo para unos pocos», termina.