Derrota del Cuenca en su regreso a las pistas, tras el largo confinamiento de una plantilla que tiró de orgullo y oficio para no perderle la cara al partido. Las circunstancias pesaron para el cuadro que entrena Lidió Jiménez, que al handicap de enfrentarse a un equipo más rodado que lleva varios encuentros de competición consecutivas había que sumar la baja de última hora de Pizarro, positivo en el último test de antígenos. A ello, si se puede entender como contrariedad, el hecho de no poder contar con el caliente público de un Sargal vacío, sin alma y más gélido que nunca.

Las tres semanas de inactividad de los conquenses se hicieron notar desde los primeros minutos de partido. Los riojanos estaban mucho más entonados en ataque y se prodigaban en defensa para hacerse dueños del partido. El portero Rangel detenía los primeros lanzamientos de Moscariello, que regresaba tras la larga lesión, y Serradilla convertía casi todo lo que lanzaba desde los nueve metros. Hubo reacción local para colocar el 8-10 a falta de siete minutos para el descanso, pero Maestro convirtió dos de las tres penas máximas que dispuso y el marcador se paró en 10-14. La falta de efectivos provocó que Ángel Pérez, fichado esta pasada semana, saltara pronto a la pista y dispusiera de muchos minutos.

Serradilla y Rangel se convirtieron finalmente en la pesadilla de la segunda parte. El lateral izquierdo aumentaba su cuenta anotadora y el portero acabó por decantar el partido con un repertorio de paradas. Aún así, hubo tiempo para que los locales apelaran a la heroica cuando restaban siete para el final. ¡Qué bien le hubiese venido al equipo contar con el empujón del público! Sendos goles de Vainstein y Moscariello colocaban el 21-23, pero fue un espejismo. Los riojanos apretaron en los últimos minutos, con los locales entregados por el cansancio, para asegurarse la victoria por 21-27.