"La vida pública precisa recuperar el hábito del diálogo"

Javier Villahizán (SPC)
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"La vida pública precisa recuperar el hábito del diálogo" - Foto: Ismael Herrero

Es uno de los hombres más reputados e influyentes del panorama cultural, político y económico. Hasta cinco veces fue tentado para dar el salto a los despachos del poder público, participó entre bastidores en uno de los momentos más decisivos de la Historia de España, la Transición democrática, ha dirigido bancos, presidido fundaciones y ha formado parte de medios de comunicación, además de ser un destacado mecenas en asuntos artísticos y causas solidarias. 

Gregorio Marañón Bertrán de Lis (Madrid, 1942) acaba de publicar Memorias de luz y niebla (Galaxia Gutenberg), una extensa y detallada biografía donde lleva a cabo su especial viaje a Ítaca y donde rememora, tras una vida plagada de éxitos, las claves de la Historia reciente del país.

Gregorio Marañón abuelo decía, y así lo anota en sus memorias, que vivir no es solo existir, sino existir y crear. Descansar es empezar a morir. El doctor siguió esa máxima en toda su expresión y parece que usted también.

Así es, pero no porque me preocupe empezar a morir, sino porque todos los días deseo vivir la vida en plenitud.

¿Por qué Memorias de luz y niebla? Terminó el texto durante el severo confinamiento de primavera y en él desglosa toda una apasionante vida repleta de iniciativas, proyectos, decisiones, puestas en acción, consultas, consejos y también reflexiones.

En mi experiencia, los verdaderos recuerdos aparecen siempre entre luces y nieblas, y el resto son espejismos.

¿Se ha dejado algo en el tintero? ¿Memorias de luz y niebla tiene muchos olvidos?

He dejado fuera la parte más íntima de mi vida, y las cosas confidenciales que no deben contarse o pueden hacer daño innecesariamente. Pero el libro contiene toda la información necesaria para que sus diferentes relatos resulten comprensibles. Y estoy convencido de que muchos de esos relatos sorprenderán al lector. 

Es un auténtico cultivador de la amistad. Sus líneas desprenden esa estrecha y fraterna relación, aunque también apunta que nunca ha regalado el título de amigo. ¿Es la amistad y la lealtad lo más importante del mundo?

Al menos en mi caso, la amistad es un sentimiento constante y vertebrador de mi vida, y, por supuesto, sin lealtad no hay amistad. 

La sociedad civil es otro de los pilares de su vida y obra. Hasta cinco veces le tentaron para saltar a los despachos del poder y las cinco se negó. ¿Se siente más cómodo sin estar en el foco del ojo público?

Indudablemente, sí, porque hoy los políticos tienen una exposición ante la opinión pública que, en muchas ocasiones, resulta tan injusta como insoportable. Además, la política, como nos incumbe a todos los ciudadanos, podemos también ejercerla desde la sociedad civil apoyando las causas públicas en las que creemos.

Se define, por este orden, como independiente, liberal y progresista. En estos tiempos que corren en donde las palabras y la terminología se curvan, ¿qué significan para usted estos tres términos?

Ser independiente implica actuar en función de nuestros principios y no de las presiones ajenas. Tener esta libertad me ha parecido siempre esencial en la vida. El liberal es aquel que respeta al otro desde el convencimiento de que casi todos llevamos una parte de la razón. Y, finalmente, para mí el progresismo radica en tener un sentido de la solidaridad social que nos compromete, y estar dispuesto a apoyar causas de interés general como la de la lucha contra el cambio climático o la igualdad de género.

¿Qué siente una persona que en su salón nació UCD, que fue parte esencial de la Transición, que ha creado fundaciones, ha fundado teatros, preside empresas, es académico, miembro de patronatos y presidente del Teatro Real?

Me siento un ciudadano más, eso sí, sobrecargado de responsabilidades. 

¿Cómo observa la política actual, embarrada en una falta de diálogo, de consenso, con coqueteos con la corrupción, sin ánimo de unidad y con una falta de liderazgo claro? ¿Falta un verdadero partido demócrata-cristiano que sirva de argamasa como sucede en Alemania?

Desde las primeras elecciones generales, en 1977, en España no hay espacio para un partido demócrata-cristiano por la desconfesionalización de la vida pública, y también por los errores de quienes entonces lideraban el movimiento democristiano. En un ámbito más general, ciertamente, la vida pública que en general ha superado la corrupción de las décadas anteriores, hoy precisa, con urgencia, recuperar el hábito del diálogo, el respeto y la voluntad de pacto para abordar algunas cuestiones esenciales como cerrar el proceso de la vertebración territorial del Estado, que quedó abierto en la Constitución de 1978. El mejor ejemplo lo tenemos en la Ley de Educación. No voy a entrar a enjuiciarla, pero sí creo que necesitaba ser pactada con la oposición, al igual que debió pactarse la ley de Wert. Un proyecto educativo tiene que plantearse a largo plazo y no puede estar sometido a los cambios de gobierno.

Ha criticado en numerosas ocasiones la incapacidad de pactar entre los principales partidos constitucionalistas. ¿No sabemos alcanzar un Gobierno de unidad o de concentración en momentos de crisis como lo hacen otros países de nuestro entorno o es que nuestra democracia es muy joven?

Nuestra democracia va camino de cumplir medio siglo. No ha habido ningún período en la Historia contemporánea de España de una estabilidad tan larga. No es, por tanto, un problema de inmadurez.

El español tiene casi 600 millones de hablantes en el mundo, ¿qué opina de la nueva ley de Educación que elimina el castellano como lengua vehicular en la enseñanza?

Me parece un error, y suscribo el informe de la Real Academia Española.

¿Cree que la pandemia nos va servir para algo a nivel político y también personal? ¿Vamos a salir reforzados?

Como soy un optimista nato, pienso que de la pandemia podremos salir reforzados, con una mayor cohesión social y con un profundo sentimiento de solidaridad, también en el ámbito europeo. Pero, ciertamente, no soy ciego ante las dificultades que tenemos para que esto sea así. 

Ha sido y  en muchas facetas sigue siendo abogado, banquero, mecenas, asesor, gestor, ¿en qué papel se siente más cómodo?

Mi mayor comodidad la siento en el ejercicio de mi vida personal, la más íntima, la que me es verdaderamente esencial. 

No todo en el libro son experiencias de calado económico, político o cultural. La vida también proporciona esos respiros como la peregrinación al Rocío o los conciertos de Rosalía y Rocío Márquez.

Esos momentos a los que se refiere, ciertamente pertenecen a ese ámbito de mi vida más personal y más gozoso.

¿Qué importancia tiene el amor y la familia en la vida de Gregorio Marañón? ¿Sin el apoyo de Pilar Solís, Gregorio Marañón no sería el mismo?

El amor y la familia constituyen los ejes principales de mi vida, y son, por tanto, para mí lo más importante. No es retórica, sino convicción y experiencia. Y como reconozco en el libro, sin el apoyo de mi mujer, Pilar Solís, no habría podido realizar muchas de las cosas que he logrado, y no habría tenido ese tiempo de plenitud que ha caracterizado mis últimas décadas.

Usted participó de forma activa en la fundación del Grupo Prisa y en la adquisición de la cadena SER y de Antena 3 Radio, además de pertenecer al Consejo de Administración de El Español ¿cómo observa las recientes informaciones sobre la redacción de una norma legislativa para controlar las fake news?

Creo que lo fundamental para controlar las fake news sería terminar con ese anonimato que predomina en las redes sociales, que hace que la difamación y la mentira queden impunes. Y, a su vez, esos movimientos tan preocupantes de interferencias extranjeras en los movimientos de opinión pública en vísperas electorales, también podrían controlarse así. 

¿A dónde se dirige el periodismo actual? ¿Estamos en el buen camino?

Sin duda, el modelo periodístico tradicional está en crisis por sus elevados costes y porque la digitalización de la información ha ganado la batalla de la actualidad. Yo pertenezco a una generación que creció con el periodismo en papel, y quiero, por tanto, creer que encontrará alguna manera de supervivencia. Pero el proceso de digitalización y la globalización son dos movimientos irreversibles que nos condicionan la vida social y, por supuesto, también el periodismo.

Tiene dos capítulos dedicados a la Vega Baja y al Cigarral de Menores, en Toledo. ¿Qué significan para usted esa zona, esa finca y esa ciudad?

Toledo es el lugar de arraigo que he elegido en mi vida. El Cigarral es un retiro, el paraíso recuperado de mi niñez, el espacio en el que transcurren mis mejores vivencias personales y familiares. Y la Vega Baja es la mejor representación del valor patrimonial de un paisaje histórico, con un incalculable potencial arqueológico -bajo sus tierras se esconden los restos de la primera capital de España-. 

Mencionar a Gregorio Marañón en la actualidad es sinónimo de cultura. Tras más de una década al frente del Teatro Real, usted ha revolucionado el coliseo madrileño y lo ha situado en el mapa. ¿La autonomía política en la gestión es esencial para crear un proyecto de largo recorrido y que sea estratégico para el país?

En los primeros 10 años, tras la reapertura del Teatro Real hubo seis ministros de Cultura que lo presidieron, y cada uno de ellos impuso su propio equipo. En esas circunstancias, fue imposible desarrollar ningún proyecto. A partir de enero de 2008, se modificaron los estatutos y la situación cambió radicalmente. Esto explica que, en los últimos nueve años, haya habido un solo director general, Ignacio García-Belenguer,  y dos directores artísticos, Gerard Mortier, y Joan Matabosch durante siete años. A ellos se debe que hoy el Teatro Real sea la primera institución de las artes escénicas y musicales de nuestro país, y cuente con un gran prestigio internacional.

¿Hasta qué punto es necesaria la creatividad en la gestión operística o en cualquier otro proyecto cultural?

La creatividad es necesaria en cualquier proyecto, pero esa creatividad hay que sustentarla en tres vigas maestras: el esfuerzo, el conocimiento y el acierto.

El verbo continuar en su versión futura, continuará -como se despide en el libro-, ¿supone una especie del descanso del guerrero o solo es un alto en el camino para tomar impulso?

Le reconozco que ni la escritura de mi libro ni su presentación me han supuesto un descanso sino un esfuerzo añadido, y estoy deseando que lleguen los últimos días del año para regresar con los míos al Cigarral, y recuperar fuerzas para continuar la andadura.