Ojo avizor

Leo Cortijo
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La pandemia y las medidas de prevención han modificado de forma absoluta el uso y disfrute de las piscinas. Y con ello, el trabajo de los que velan por la seguridad de los bañistas, como la socorrista Alba Moya

Ojo avizor - Foto: Reyes Martí­nez

Este no es un verano cualquiera. Eso es más que evidente. Alguien que lo sabe bien son aquellos que velan por la seguridad de todos en piscinas, playas y zonas de baño: los socorristas. Alba es una de ellas. Desde el 20 junio y hasta mediados de septiembre andará ojo avizor en la piscina comunitaria de una urbanización privada de la ciudad. Nada (o casi nada) es tal y como era la temporada pasada. El coronavirus ha obligado a poner sobre la mesa una serie de medidas de prevención sanitaria para mantener a raya al ‘bicho’.

La nueva hoja de ruta establece controles de acceso al recinto. «Tu nombre tiene que figurar en la lista, si no, no puedes entrar», explica Alba. Además, a diferencia de lo que ocurría otros años, no se pueden realizar invitaciones para personas ajenas a la comunidad de propietarios. Asimismo, esos accesos se llevan a cabo por una única puerta de entrada y otra de salida «para evitar que la gente se cruce entre sí». 

Aquí no acaba el asunto, hay más. El uso de las duchas para los usuarios de la piscina es obligatorio; el aforo máximo permitido dentro del agua es del 75 por ciento; no se permite acceder con juguetes ni hinchables, como flotadores, pelotas o colchonetas, para evitar que los niños los terminen compartiendo; hay gel hidroalcohólico para todo aquel que lo necesite; y, como mínimo dos veces al día, se desinfectan elementos comunes del mobiliario como las escaleras de la piscina o los pomos de las duchas. Algo que no se ha hecho, «porque hay muchísimo espacio en el recinto», recalca Alba, es parcelar las zonas de descanso manteniendo la distancia de seguridad obligatoria.

La socorrista explica que, por línea general, los vecinos cumplen con la normativa y están concienciados con esta excepcional situación. No en vano, es una «responsabilidad individual» de cada uno cumplir con las normas para asegurar que todo transcurre como es debido.

Alba es una trabajadora nata. Compagina su labor como socorrista –todos los días de tres y media de la tarde a nueve de la noche– con prácticas en una agencia de comunicación sanitaria y con el trabajo final de un máster en dirección de comunicación y nuevas tecnologías. Y es que, ante todo y por encima de todo, Alba es periodista. ¿Cómo lo hace para sacar adelante este verano maratoniano? Pues no parando ni un segundo. Entre risas reconoce de forma irónica que no tiene vida, pues tiene que «sacar tiempo» de donde buenamente puede. Es un año «duro», y detrás de él hay mucho «sacrificio, esfuerzo y trabajo».

Dicen que sarna con gusto no pica, y a Alba siempre le han gustado las piscinas. De hecho, cuando era niña, su madre trabajó en una en Peñíscola. Allí pasaba muchísimo tiempo... «Me he criado en una piscina en verano», destaca con una sonrisa. Así que, añade, «para estar tumbada al sol, mejor trabajo y recibo un dinero» que resulta «fundamental» para sus planes de futuro.

Estos pasan por volver a Madrid una vez que termine el verano, y de ahí que resulten importantes estos ingresos extra para costearse su estancia en la capital de España, ya que «los alquileres están muy mal». Terminado el máster y las prácticas del mismo, «el objetivo es conseguir un trabajo de lo que he estudiado, Periodismo, y profundizar también mis conocimientos en inglés».

Conociendo su capacidad titánica para esforzarse y trabajar, lo conseguirá. No hay duda. Por delante aguarda casi todo un verano en el que seguirá –como ya apuntamos al inicio– ojo avizor para evitar problemas. Y no solo nos referimos a posibles ahogamientos. Es más, los casos más comunes son pequeños accidentes entre los niños por resbalones inoportunos. Sea como fuera y venga lo que tenga que venir, ahí estará Alba con los ojos bien abiertos y dispuesta a ofrecer socorro.