Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


El sueño del PNV

05/12/2021

Mantiene Andoni Ortuzar, presidente del PNV, que su partido «ha estado siempre donde tenía que estar en cada momento decisivo de la Historia de Euskadi». ¡Lástima que el periodista no le preguntara, a continuación, si también había ocurrido lo mismo en los momentos decisivos de la Historia de España, cuando tanto se jacta de sus 127 años de antigüedad! Lo tuvo a huevo el periodista, pero no supo aprovechar el momento. Podría haberle preguntado acerca de su comportamiento durante la guerra civil, o cuando el golpe de Estado de Tejero. E, incluso antes de Sabino Arana, cuando todavía eran carlistas apegados al terruño y se las dieron todas en el mismo carrillo.
Han pasado ya muchos años desde la Transición, y a mí me sigue extrañando el inmovilismo ideológico de esta gente, que, como reconoce el propio Ortuzar no son ni de derecha ni de izquierda, porque, según él, como decían los de la UCD, CDS y, en nuestros días, Ciudadanos, el concepto izquierda/derecha es algo superado, e incluso puede que, bien visto, tenga razón; aunque el problema es que, por lo general, quienes se refugian en ese mantra son aquellos a quienes les da vergüenza reconocer su conservadurismo, por no decir su pragmatismo y su nulo idealismo.
Desde el momento en que Arzalluz, jesuita al cuadrado, convenció a Suárez para que el voto de los nacionalistas valiera el triple del de los votantes de los partidos nacionales, sabía que tenía la batalla ganada; le bastaba ponerse debajo del nogal sacudido por ETA para coger las nueces, y andar ojo avizor (como Pujol en Cataluña) para, en cuanto uno de los dos grandes partidos no lograra mayoría absoluta, prestarse gallardamente a apoyar al mejor situado a base de prebendas. Política de conseguidores que les atrajo grandes créditos (unidos a esos fueros a los que se aferran como lapas, sobre todo cuando Rosa Díez y Ciudadanos dieron en cuestionarlos).
El único error de bulto fue el que cometieron enviando a Ibarretxe a Madrid a defender lo indefendible. Y, sin embargo, aquel error, les sirvió, y de qué modo, para evitar la confrontación. De entonces acá, y desaparecidos los viejos dirigentes, la política saducea del PNV, actuando siempre de soslayo y siguiendo los viejos parámetros, les ha proporcionado un nivel de vida que casi duplica al del resto de España (y para quien lo dude no tiene más que pasar de Burgos a Vitoria). Como bien dice Ortuzar, ellos siempre están donde tienen que estar, pero con el cazo puesto (que diría el castizo), por aquello de que todo tiene un precio.
Tamaña insolidaridad pocas veces se vio en la historia de España (término que, por cierto, ellos desterraron tiempo ha de su vocabulario, a cambio de 'país', con toda la ambigüedad que entraña), incluso en la época de vacas gordísimas por la que Euskadi pasa. Y es que, les ha bastado atisbar los flirteos del PSOE con la izquierda abertzale para que de repente les haya entrado un ataque de celos, y, como por ensalmo, hayan desempolvado las viejas consignas: la hoja de ruta que conduce a su pueblo hacia la añorada libertad. Y lo afirman con todo el cinismo jesuítico del acomplejado que acostumbraba embutirse en una sotana y parapetarse en los muros de un convento para evitar el cara a cara.
Decir, valiéndose de la impunidad de que goza con un gobierno débil, que apuesta por llevar a Euskadi «a la libertad», convirtiéndola en una 'nación europea' en 2050, puede mover a risa, si no fuera porque estamos más allá del gorro con esta chusma, muy encorbatada, mejor trajeada, pero de un cerrilismo absoluto y dispuesta a echarse al monte en cuanto no le dan 'lo nuestro', otra de sus típicas y dañinas ambigüedades. Dicen que hay mentiras clamorosas que se tornan verdades a base de repetirlas, y al final los castellanos, andaluces y extremeños tendremos que reconocer que, en  efecto, tenemos sojuzgados a vascos y catalanes. Tiene gracia si la tuviera…