La «catastrófica» situación del ganadero de bravo

Leo Cortijo
-

El coronavirus supone un «frenazo en seco» en la actividad del sector taurino en todo su conjunto, algo «ruinoso y desolador» para los criadores de toros de lidia, como Pedro Miota, abocados a sacrificar a aquellos animales que no se lidian

La «catastrófica» situación del ganadero de bravo - Foto: Reyes Martí­nez

Pedro Miota recorre a diario la pequeña distancia que separa su residencia en Cuenca de la finca en Mariana donde pastan sus animales. «Ellos no entienden de virus, todos los días comen y todos los días necesitan sus cuidados», explica el único ganadero de bravo en territorio conquense, que pinta un horizonte «catastrófico y ruinoso» en el corto y medio plazo por el «parón en seco» que ha sufrido el sector taurino debido a la pandemia.

Entre abril y junio, «por la temperatura», es el periodo ideal para que las vacas traigan vida. Por eso, en breve, se plantará con unos 210 animales en su haber. 210 bocas a las que alimentar sin tener a cambio ningún ingreso. A lo largo de esta temporada taurina, que Miota había trabajado y planificado con «total normalidad» durante el invierno, tenía previsto lidiar unos 85 animales entre festejos populares, festivales y novilladas. En torno a un cuarto de esas reses, las de los compromisos de mayo y junio, se han ido al limbo. «Empezábamos en La Gineta, luego seguíamos en Villaverde y Pasaconsol, Mira, Villaconejos de Trabaque..., y todo eso ya se ha suspendido», comenta el ganadero apesadumbrado.

Ahora la mira está puesta en agosto y septiembre, el tiempo de mayor actividad para cualquier criador de bravo. «Si esos meses se salvan y me quito el 50 por ciento de lo que tengo, me doy con todos los cantos del mundo en los dientes», explica Miota para hacer ver lo «vital» que supondría recuperar la normalidad para entonces. Y es que si no se dieran esos festejos, a la inmensa mayoría de esos 85 animales no le queda otro destino que el matadero. «Es la última salida que quiero, pero al ritmo que comen no los puedo mantener y no me quedará otra alternativa», sentencia al respeto. Un animal de lidia, que necesita un forraje especial para tener una musculatura más preparada, «come en torno a tres euros diarios». Ahí queda el dato ofrecido por el ganadero...

«Es el trabajo de varios inviernos echado a perder a cambio de ningún ingreso… o casi ninguno». De esta forma Miota denuncia el desamparo que vive el sector, «empezando por el 21 por ciento de IVA que sufrimos y siguiendo porque la carne de bravo te la pagan por nada al no tener una regulación como otras carnes también de consumo humano». Es más, argumenta que el caprino o el ovino, por ejemplo, «reciben ayudas», pero que «la raza de lidia, que es autóctona, ecológica y ayuda a mantener las dehesas, está abandonada».

El castigo no es solo económico, pues también supone dilapidar horas y horas de empeño y dedicación en búsqueda de un patrimonio genético. En ese sentido, comenta, «vamos a perder muchísimo porque voy a tener que llevar al matadero vacas muy buenas que perfectamente podrían ser madres». No queda otra, es la pescadilla que se muerde la cola: «Si genero productos y el mercado está parado, las bocas me comen a mí, por lo que no puedo seguir criando».

Ese parón drástico en la producción se agudiza además con la ausencia de tentaderos, imposibles de realizar mientras se prolongue el estado de alarma. «El valor que tiene el toro bravo no es cárnico, es su bravura y el no tentar supone no tener ese termómetro de bravura, es decir, no saber lo que crías», recalca este joven ganadero natural de Las Majadas. Esto se traduce en un «retroceso» a la casilla de salida, pues durante estos años Miota se ha ido ganando un nombre a base de seleccionar un toro «ideal y con calidad» para los festejos mayores. De hecho, había «muchas expectativas» puestas en su ganadería de cara a esta temporada.

Con todo, el día a día sigue en la explotación. Hay que dar de comer a los animales, limpiar el terreno, destetar becerras, poner crotales, separar novillos, atender partos… «El trabajo diario sigue, no ha cambiado nada...». Es más, se asumen más responsabilidades, como las veterinarias, pues a veces hay que hacer curas menores. «Aunque el veterinario puede venir, evito su desplazamiento para reducir los riesgos», finaliza Miota que hace unos días atendió a una becerra que se partió la pata y él mismo la tuvo que dormir y escayolar. Esto es ser ganadero de toros bravos: todo por y para sus animales.